No merecemos ganar
Opinión

No merecemos ganar

Decir que los buenos somos más es un somnífero paliativo de autoridades y ciudadanía crítica cuando en el caos sucumbe hasta el presidente de la federación de fútbol

Por:
julio 18, 2024
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Cuando vemos cosas como las que sucedieron en Miami por cuenta de miles de colombianos que asistieron al Hard Rock Stadium, actuando tal cual y tan naturalmente como estamos acostumbrados en Transmilenio, ante el bochorno de la crítica internacional, sencillamente empleamos esa vieja y siempre confiable cortinilla de, esos pocos no nos representan, ¡los buenos en Colombia somos más!

Lo decimos siempre pidiendo que no se generalice, como una especie de escudo protector que evita que nos salpique el excremento con el que no nos bajan de pillos, de bandidos y tercermundistas. Lo decimos para lavarnos las manos como Pilatos o sencillamente, para huir de ese juicio social que siempre nos hacen los extranjeros, cada vez que nos vemos obligados a revelar nuestra nacionalidad:mmmmmmm colombianoooo

A partir de la reciente Copa América, a ese largo espacio de asentimiento silencioso que nos expresan los extranjeros antes de reconocernos y que siempre precede la hiel del juicio a priori, por el que somos casi siempre elegidos para estar bajo sospecha; por aquello del paramilitarismo, Pablo Escobar, la guerrilla, the cocaine, el conflicto armado, el turismo sexual, el contrabando y la corrupción, ahora con todas las letras se le suma que, podemos ser vándalos y tramposos.

Esos nuevos calificativos nos los ganamos, aparentemente, por culpa de los hombres y mujeres que portando la tricolor en el Hard Rock stadium, se comportaron como perdedores, como una manada sin vergüenza, una diáspora desarraigada del país del realismo mágico, como si fueran un ejército de enemigos de James y la selección de fútbol, como si odiaran todo el resto de colombianos incluidas las generaciones que vienen, como una venganza perfecta.

Con el frenesí que despertó la final, se liberó también, ese leviatán, ese que parece incrustado en nuestra idiosincrasia y que hemos normalizado, ya podrán verlo, porque me refiero a ese instinto salvaje que cuando estalla, usa cualquier motivo para alimentarse de alcohol y arrasarlo todo, como en el bogotazo y así nos rasguemos las vestiduras, como pasó también en la protesta social que destruyó injustificadamente el mobiliario de la ciudad.

Parece que fuéramos una nación trémula, amedrentada y espantada, como si nos hubiéramos quedado sin cojones, por lo que no queremos o no podemos meternos a controlar a los desadaptados, por eso opino que sí debemos generalizar, lamentablemente; sí es que queremos cambiar algún día.

Debemos controlar y reeducar a los que hacen daño y afectan la imagen de nuestra nación en el extranjero. Decir que son pocos los malos y que los buenos somos más, termina siendo una especie de somnífero paliativo, una trinchera en la que, se duermen las autoridades y la ciudadanía crítica, mientras se oculta por un tiempo la malicia indígena, ese diablo, ese Leviatán que no nos deja en paz.

Hay que ser sensatos con lo que nos corresponde y es que, lo primero es pensar que nos toca, queramos o no asumir la responsabilidad por lo que los otros hacen para enlodar nuestra deteriorada imagen internacional.  Debemos empezar por dejar de normalizar los comportamientos salvajes domésticos, dejemos de hacer cotidiana la indecencia en las calles, dejemos de ver con normalidad el espíritu cavernario en el transporte masivo, pues lo que pasó en el Hard Rock Stadium, cambiando lo que se deba cambiar, también pasó en el parque de la 93, en Suba, en Bosa, en Kennedy y en todas las esquinas donde se aglomeró esa hinchada soluble en alcohol que dejo todo hecho un muladar y se fueron a dormir la rasca.

Con el furor nacional llegó el licor y el descontrol salió a flote. Como les venía contando, el leviatán, ese que afectó incluso hasta al hoy procesado por la justicia norteamericana, Ramón Jesurún, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol.

Él no soportó que un celador o guarda de seguridad, como quieran llamarlo; le pidiera a su hijo que se calmara y retrocediera cuando discutía por no poder ingresar a algún lugar en el estadio, razón por la que, el presidente Jesurúm “obrando como un padre” y junto a su vástago, cogieron a patadas a los guardas de seguridad.


¿Acaso el presidente Jesurún no es uno de los que hace parte de los buenos y de los que sí nos representan?


¿Acaso el presidente Jesurún no es uno de los que hace parte de los buenos y de los que sí nos representan?

Por respeto y vergüenza, señor Jesurúm, usted debería renunciar, al menos mientras se define si debe volver a ponerse el overol naranja, pues estoy seguro, nada servirá de excusa para justificar que el más alto representante de los colombianos en el mundo del fútbol, olvidó su responsabilidad con un país entero y prefirió solucionar un problema sencillo a las patadas, menos mal, que no es el presidente de la federación de Boxeo.

Es momento de que cambiemos la mentalidad y asumamos el reto de ser uno de los países más hermosos del planeta, debemos comportarnos y sentirnos campeones de la vida, es hora de cambiar porque ya vienen las eliminatorias y no podemos ser tozudos porque el mundo ya lo sabe: ¡tenemos una de las mejores selecciones de futbol del planeta!, solo que por ahora, esa selección de jóvenes brillantes, no se merece nuestra infamia, por eso, al menos como ciudadanos e hinchada, merecemos perder.

@HombreJurista

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