No sé si fue dos o tres días después de esta frase titular que Petro les zampó la nominación de Iván Velásquez. Podría jurar que aquella declaración no sigue mentalmente a la subsiguiente designación. Sería demasiado cursi. El talante del Petro electo es mucho más reposado y apersonado de su responsabilidad como mandatario. Petro no sería baladí.
Traigo esto a colación porque tal parece que algunos voceros del uribismo están tomando ese nombramiento casi como una retaliación. Retaliación se preguntan todos de qué contra qué, o qué. Reaccionaron como esas gallinas que, de repente, se dan cuenta de que ya han puesto el huevo y salen despampanantes a cacarear por todo el gallinero. ¿Es una escena típica del uribismo ser aspavientoso, efectista, fingido vapuleador?
Petro, en uso de su fuero que le dispensa haber sido elegido en franca lid, recapacita en buena hora de lo que ha venido diciendo sobre la situación de las Fuerzas Armadas, el poder que allí ha prevalecido, saca una conclusión, hace unas llamadas telefónicas y decide: “nuestro ministro de Defensa Nacional será el Dr. Iván Velásquez”. Estalla la noticia.
Y enseguida pasa a alguna otra consideración de su agenda.
Después del cacareo de aquel huevito, no de tres, ni siquiera se ha inmutado. Ni un ápice.
Es obvio que la conmoción es parte no solo de esa designación: de todas las que ha venido haciendo. Se confirma que el man quiere rodearse de los mejores, es decir, de los mejor perfilados, no precisamente para los cargos, si no en función del ancho que el Presidente quiere lograr en su leal saber y entender del cambio por el que ha sido seleccionado.
Es más, nadie puede negar ni por un nanomilímetro que el parce no se está apegando a lo que han sido sus discursos, incluso los pedagógicos, en todas las plazas repletas de gente del país. La gente no puede decir que no lo escuchó. Y precisamente por haberlo escuchado lo normal es que se lo exija u, omnímodamente decida acatar su propia convicción democrática y electoral.
Y en realidad Iván Velásquez sí que puede realizar una labor pedagógica en ese ministerio. Quizás, por la acuciosidad investigativa que ha demostrado a lo largo de su carrera es quien mejor puede lograr una síntesis acerca de si ese ministerio ha estado siendo manejado con arreglo a la ley. Y luego de ello, tomar las decisiones de su resorte que resulten convenientes.
Y eso debe ser así, pues el comportamiento de aquí en más de ese poder de defensa disuasiva de nuestro Estado debe corresponder a que no se subvierta, ni por un segundo más, el diferencial contenido del significado entre enemigo interno con el externo.
Y es que cuando se ha tratado del enemigo externo, digamos, en gracia de discusión nuestra relación con Venezuela, para lo cual se han intentado y llevado a cabo alianzas estratégicas con Estados Unidos, hemos fracasado ostensiblemente. Y para la muestra este terrible botón que se ostenta mejor en este gobierno. El presidente Duque nos anunció sin eufemismos que “las horas del dictador Maduro están contadas”.
Creo que incluso en ese momento miró el reloj. Supongo que luego ocurrió una intentona cruelmente fallida que dio motivo a que Trump se embejucara pues en su olímpica inmodestia lo hicieron aparecer como derrotado. Y al Aprendiz eso no le gusta.
¡Vaya perplejidad! A la hora de ahora, es precisamente Duque quien tiene las horas contadas. Es decir, eso si aquel mentado cacareo solo se queda allí y no intenta hacerse los gallitos. ¡Trump lo inetntó!
Y estamos en Colombia: qué otros enemigos supuestamente externos pueden contarse con un mano que no sobren dedos.
Y en cuanto a los enemigos internos es que en su consideración, ¿no se está violando flagrantemente la Constitución? Incluso en aquello que ñaman coloquialmente Efecto de Manzanas Podrida, cómo es que se suscitan tan espectacularmente con tanta frecuencia, asombro y rimbombancia cuando se trata de que aparezca como enemigo interno gente que ni siquiera tiene armas, pero se las sonsacan.
No lo dice perico de los palotes: consta en el Informe de la Verdad que hoy es documento oficial en manos del la Asamblea de la ONU. Ni siquiera el Ejército ha podido rebatirlo. ¡Es necesario ser perentorios! Es pedagogía para las Fuerzas Armadas averiguar qué tipo de infección es la que la recorre como pandemia, ¿o endemia?, tan a menudo. Claro, si es endemia es peor: quiere decir que eso está afincado hasta el punto que puede estarse desarrollando a su interior algún Síndrome del Elefante que nos denote ya cansados que es imposible extirparlo. Y qué tal que esa endemia esté siendo calcada por intereses particulares, que por fuera sean negocios que se benefician de semejante despropósito.
Es indudable que un investigador de calidad se necesita antes de poder seguir adelante si es que toda esa embarazada urdimbre amerita algunas cirugías de rigor.
Nótese que estas líneas son sospechosamente atildadas, muy modosas y casi tiernas. Allá abajo, en donde el pueblo es raso, el griterío es ensordecedor. Es posible que hasta los muertos osen intentar levantarse.
Afuera, las entidades internacionales a cual más se hacen ascuas: ¡y hasta cuándo será ese esperpento!
¿Está el escasamente pudoroso cacareo ligado a los desaguisados que se han comentado año tras año en las Fuerzas Militares? No se puede decir siquiera que el nominado a Ministro lo sospecha. Ni tampoco puede probarse que cual relámpago ha pasado por la mente proba, usufructuaria virgen todavía del poder, del Presidente Petro.
Es una búsqueda y no sabemos si existen las suficientes coartadas, en el caso de revelarse crímenes de lesa humanidad. ¡Nadie lo desea! No lo sabemos. Tampoco podemos decir que “el que se escama es porque es pescado”.
Allí al interior mal pareciera se ha colado una y otra vez cierto fenómeno que no sabemos qué tipo de manzanas podridas lo urde: se suscitan olas y olas de propaganda negra y muchas pero muchas nubes de campañas de desinformación y de cortinas de humo de elevada densidad impenetrable.
De dónde proviene esta sabiduría tan arraigada de guerras psicológicas que, sea del caso, nunca han dado resultado cuando de atacar a nuestro supuesto enemigo externo se ha tratado.
A qué se debe tantos fracasos por ejemplo en la guerra contra las drogas. Por qué nunca se ganó la guerra contra las guerrillas y derivó todo en una increíble concatenación de falsos positivos. ¿Cuáles fueron los golpes, destrucción de aguacatales, que dejaron postrada económicamente a Los Montes de María?
Una labor pedagógica, basada en una investigación rigurosa, se hace necesaria allí. ¡E Iván Velásquez es el tipo!