Nerón ha vuelto. La tiranía de la vanidad ofrece pan y circo, venga usted. Desde la tribuna el emperador exhibe su puño cerrado, luego muestra el pulgar… si señala arriba, al cielo, la tribuna estalla en aplausos y el gladiador es indultado. Si el pulgar de Nerón no dice “me gusta” la arena se bañará con más sangre. La depresión y la alegría están a la distancia de un botón en el teclado del computador. Vivimos la época en que
si arde Roma puedes seguirlo por streaming vía vevo o youtube, es ya lo sabes, pero además vivimos el tiempo en que el gesto de aceptación es un like en Facebook, un RT en Twitter, la suma de views en Youtube, en una página, en un blog o un me gusta en tus fotos de Instagram. ¿Cuánto seguidores tienes? ¿Cuántos amigos de Facebook te dijeron feliz cumpleaños? Tal vez nadie te haya dado un abrazo en 3D pero ese calorcito virtual es suficiente por hoy. Tan lindos todos que se acordaron, piensa tu mamá.
Agradar. Ese es el verbo que conjugan las relaciones sociales contemporáneas. Agradar, casi como necesidad. Y no solo es virtud personal: las empresas quieren lo mismo “¿Qué hacemos para que esta campaña sea viral?”, y los medios de comunicación ya titulan para buscar un like en lugar de procurar informar. No importa el texto, menos el contexto, todo se justifica si dan click en compartir. Igual periódicos con historia que portales que buscan escribir historia: todos se comportan como adolescentes que hacen piruetas y caritas para que digas que te gusta su foto de perfil. Menos periodismo y más morbo, menos análisis y más escándalo, dame más vida privada, dame más intimidad, dame entrañas, dame crimen y mejor si es pasional.
La playa empieza en la pantalla: sales a pescar likes en el mar del ciberespacio y según la ola virtual puede que hoy seas más popular y consigas muchos retuits que al final del día te hagan sentir feliz. En la calle nadie sabe tu nombre pero en la red ya han registrado tu nickname y eres tan popular como el ingenio de tu último trino. Hoy te sientes un poco más afortunado por eso, asunto tan útil en la realidad donde el hambre no se distrae con dulces de candycrush, es un poco como ser rico con billetes de monopolio.
No te extrañes que ya la sicología y otras ciencias que buscan entender nuestros comportamientos hablen del síndrome de abstinencia en tiempos de la hiperconexión, hablen de la dependencia a los smartphones, de las tristezas que nacen por el afán de reconocimiento en el mundo virtual y la depresión que respiran luego en el mundo real. Lágrimas que bajan por tus mejillas y que empañan tu descansapantallas. Dame un like. Puedes gustarle a todos aunque no te gustes a ti mismo.
No me ames.
Pero dame un like.
Bonus track: El que definió que la hora del almuerzo era buena para los noticieros no pensó en la digestión de nadie.
@lluevelove