Para quienes hemos trabajado en temas relacionados con las profundas dificultades que aún enfrentan todas las mujeres en el mundo, resulta increíble lo que ha sucedido estas últimas semanas en este país. Definitivamente la ignorancia es atrevida y esto quedó claramente expuesto con la confusión que se ha generado alrededor del tema de género. De dónde salió la idea de ponerle al género no solo una definición que no tiene sino además, agregarle nada menos que es una ideología. Esta confusión no es inocente y puede hacerle un daño irreparable a la búsqueda en el país no solo de la equidad entre hombres y mujeres sino, para algunos, a la necesidad de lograr la igualdad entre los sexos.
Por décadas, lo que muchos hemos entendido por equidad de género es que se acaben las desigualdades injustificadas e innecesarias entre hombres y mujeres; nada que ver con su orientación sexual. Género, por amor de Dios, no es una ideología, es una categoría social que permite que la sociedad reconozca los cambios que hombres pero sobre todo mujeres, han venido registrando en su forma de vivir, de manera que no haya discriminaciones entre los sexos en el acceso a bienes públicos, en normas y en beneficios. Hoy ese modelo del hombre generador de ingresos y mujer cuidadora es cada día más una excepción que la regla, como sí lo fuera en siglos anteriores. Repito, hasta donde logro entender, género nada tiene que ver con las preferencias sexuales tanto de mujeres como de hombres. La inoperancia, ineficiencia de la Consejería de la Mujer en Colombia ha quedado claramente en evidencia, al permitirle a la ministra de Educación y al presidente Santos, hablar de la barbaridad de la ideología de género. Si ese grupo de profesionales no han dicho una palabra sobre esta terrible y peligrosa confusión, no sé para que existen.
Género, por amor de Dios, no es una ideología,
es una categoría social que permite reconocer
los cambios que hombres y mujeres, han venido registrando en su manera de vivir
En la historia de la humanidad siempre ha habido homosexualismo, bisexualismo y otras preferencias sexuales. Lo que hoy es nuevo y nos convierte en sociedades más civilizadas, es el respeto por esas orientaciones sexuales, cualquiera que ella sea, en aras de que los derechos ciudadanos sean una realidad para todos los individuos independientemente de su sexo o de sus preferencias sexuales. Eso fue lo que dijo la Corte y lo que de manera confusa trató de cumplir la ministra. Pero no solo por ignorancia se creó una terrible confusión que finalmente tendrá consecuencias funestas sobre este propósito universal de acabar las profundas diferencias, que no borra el desarrollo, entre mujeres y hombres. Pregúntenle al Banco Mundial que así lo afirma.
Y como era de esperarse se utilizó perversamente por esta clase política que aún vive en el siglo XVII, y que se apoya en unas Iglesias retardatarias. Lo peor es lo que está sucediendo en Colombia con la Iglesias mismas: la católica algunas de cuyas cabezas no tienen nada que ver con el papa Francisco que empieza a dar pasos insuficientes, pero retadores, al avanzar en la posibilidad de que las mujeres ocupen posiciones similares a la de los hombres dentro de la Iglesia. Para completar el panorama, muchas otras se han convertido en más conservadoras que la católica, para no mencionar otros graves problemas como su afán por el dinero de algunas de ellas.
Por favor, que por ignorancia, por una politiquería de quinta categoría, no se masacre la Equidad de Género, que como lo plantearon académicos de los Andes, es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible firmados por países miembros de Naciones Unidas en 2015, y que se reconocen como la primera y verdadera Agenda Global de Desarrollo Mundial desde ahora hasta el 2030.
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