Experimenté el No del plebiscito no sólo como una derrota o una desilusión, sino también como el fin de una manera de entender el país. Allí, según entiendo, lo que resultó derrotado fue la polarización, y esa polarización ha sido, por muchos años tal vez, uno de los pilares de los discursos que hasta entonces me permitían entender la política del país. Si bien en un comienzo fue desconcertante, luego poco a poco el panorama se aclaró y dejó de ser tan sorprendente: el país sufría un cambio profundo -la firma de la paz- y en el plebiscito ganó, de alguna manera, la inercia. Pero los discursos que daban aliento a esa guerra cada vez tienen menos fuerza, menos sustento, y es pues en ese ínterin en el que nos encontramos: el país quedó a la deriva llevado por esa inercia de lo que viene sucediendo desde hace 5 o 6 décadas, pero los discursos que sustenten la nueva situación no han aparecido. Al contrario, lo que aparece en el horizonte electoral del 2018 son las reversiones de lo de siempre. Parecen aproximarse unas elecciones presidenciales que serán el refrito de las últimas dos o tres o, lo que es peor, la versión “postraumática” del plebiscito: una izquierda que se me antoja triunfalista -el vocero de Marcha Patriótica dijo que en 8 años serían opción de poder- y que presentando al uribismo como el peligro a derrotar se alía con Santos -el mal menos peor- y como si no hubiera otra opción, recoge en su seno a las Farc. Es decir, espera un triunfo aliándose con las figuras menos populares del país. Y por su lado el uribismo procura continuar con el discurso del castrochavismo. Lo único interesante es la propuesta en ciernes de los “independientes”. Habrá que ver.
Y acá creo que hay espacio para mencionar una de las ideas que me ha venido rondando al respecto. Me ha llamado la atención la manera en que desde ambos lados de esta polarización se alude al discurso de la víctima como legitimadora de uno u otro punto de vista, para convertir al oponente en victimario. Más allá -por ahora- de la discusión sobre qué fue primero o quien fue peor “en realidad”, buena parte de la contienda discursiva consiste en posicionarse como víctima y posicionar al contrincante como victimario. Y es este punto uno de los que personalmente considero necesario cambiar para poder proponer un discurso en verdad alternativo: el de distanciarse de la polaridad víctima-victimario. Distanciarse en últimas del discurso sesentero de lo “real”, en donde la violencia de clase es lo que subyace a toda otra condición social o política. Me explico. Si bien, como lo plantea Zizek, toda ideología encubre la lucha de clases, también esta misma verdad puede resultar ideológica: el discurso de la lucha de clases armada -tanto desde la derecha como desde la izquierda- ha venido ocultando durante mucho tiempo otro tipo de violencias y de enfrentamientos. Según entiendo, en necesarísimo visibilizar tales problemáticas, y para esto, por lo anterior, creo que se podría plantear algo así como “No más víctimas, no más victimarios”, en lugar del discurso de la “paz” o del “posconflicto”, en aras de diferenciarse de los dos bandos antes aludidos, sin necesidad de tomar partido por alguno de ellos. Cabe aclarar, por supuesto, que se entiende el Acuerdo de Paz como un logro que hay que defender a toda costa, sin que eso quiera decir que se deba hacer algún tipo de alianza con aquellos que lo firmaron. La alta abstención del plebiscito se podría explicar, si se quiere, y adelantando hipótesis aventuradas, desde tal punto de vista: la mayoría de colombianos no son víctimas, y tampoco son victimarios, por lo menos en el sentido del conflicto armado. Puede que se sientan identificados con unos o con otros, pero esto es harina de otro costal. Ahora la indignación ciudadana está en alza contra la corrupción y la reforma tributaria por ejemplo, pero es el uribismo el que hábil y descaradamente ha venido recogiendo tal acaloramiento. Poco a poco viene transformando su discurso anti fariano en un discurso anticorrupción. Sin embargo, creo otras figuras podrían recoger este movimiento de mejor manera, como Robledo o Claudia López, cada cual con sus bemoles, que habría que discutir.