Amanecí convertido en un ser monstruoso que no entiende nada, pero al contrario que Odrick Ravi no he pensado en suicidarme. “Solo amanecí sucio, corrupto, caótico, malvado, cruel, estúpido y morboso”. No amanecí siendo otro. No desperté siendo el hombre que asesinó a su ex-mujer, “ex” no por el juego pálido con la muerte sino con la diversión corrupta de la propiedad. Tampoco, el que la roció con ácido o el que la violó y empaló porque “quién la manda a salir así de provocativa”. No fui yo el que le puso una bala en el cráneo por invitar a las mujeres para que “amen a aquellos hombres que están dispuestos a manifestarse claramente contra la violencia”. No, no amanecí siendo ninguno de ellos, pero amanecí siéndolos todos.
Un ser sin excusas con maneras aprendidas. Un ser que cree que tiene todos los derechos solo por ser hombre, que cree que puede ser amado sin amar o respetado sin respetar. Hoy amanecí siendo hombre en una sociedad de hombres y eso me viene pesando. En los talones, en los hombros, en las incursiones a las redes sociales, en los ojos acusadores de mi hijo, en el desconcierto de su madre, en las palabras dichas, en las disculpas no pedidas, en el olvido decidido. ¡Sí! Amanecí convertido en un ser monstruoso que no entiende nada, pero que quiere entender, actuar, pensar… que no quiere perder la gracia del mar.
Quiero ser absuelto y en eso me ayudará usted, hombre que llegó hasta aquí leyendo esto. Usted, mujer que siente pánico, que teme denunciar, que da la espalda. Usted, que cree que todo esto es de opacados, gays y feminazis, ¡así las llaman!
A ustedes, recuperemos la gracia de las olas en libertad. Reanimemos aquellos elementos mágicos y humanos todavía vivos y resplandecientes a pesar de tanta oscuridad. No permitamos una más, no permitamos que seamos uno más.