No más terrorismo político
Opinión

No más terrorismo político

Nos quieren encasillar con el miedo, que derecha e izquierda son peligrosas y hay que buscar el ‘centro’ protector, cuando la decisión debería basarse en las condiciones personales de los candidatos

Por:
marzo 21, 2018
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Circula ahora la versión de que la única esperanza de salvación del país es la unión de Fajardo y de la Calle; o más exactamente que si no se elige una candidatura de centro no se salva Colombia.

Vale la pena poner un poco las cosas en su sitio: con todos los candidatos debemos aplicar aquello de ‘ni tanto que queme el santo ni tanto que no lo alumbre’.

Ni Petro ni Duque o Vargas Lleras son lo que sus propias campañas o la de sus rivales proyectan como imagen. Tampoco el solo hecho de ser la alternativa a ellos implica una opción mejor.

Nos siguen queriendo encasillar con el argumento del miedo, ya no por los peligros que representa la derecha o la izquierda, sino con la idea que ambas son peligrosas; a ambas hay que temerles y por eso buscar un ‘centro’ que nos proteja.

Todas las promesas pueden ser en sí deseables para los sectores a los cuales están dirigidas; y el que se dirigan a quienes no quieren gobiernos con orientaciones caracterizadas no las hace mejores o peores. Todo candidato tiene seguidores y opositores y no hay tal de que la escogencia debe ser hacia quien no se encuentre en esa situación. Mejor es profundizar en escenarios de lo bueno y lo malo de cada uno que en los ataques a los otros.

La pregunta que se repite insistentemente es la de ¿por quién va a votar?. Curiosamente casi nunca se aspira a que se den explicaciones o motivos para votar por una u otra opción. Nos preocupamos mucho más por las posibilidades de los candidatos que en por qué votar por uno u otro. Poco nos interesamos en saber realmente quiénes son, cuando en realidad como aspirantes a un puesto nuestra decisión no debería basarse en el miedo a las otras opciones sino en su hoja de vida.

La lógica diría que la historia y las condiciones personales deberían estar a la base de toda decisión. Esto con mayor razón cuando reconocemos que los partidos como tales no existen, luego la afiliación a alguno no implica compromiso con alguna ideología o programa que den la identidad del aspirante. Y cuando tembién es reconocido que la imagen que proyectan es básicamente un producto mediático, un montaje de campañas publicitarias para mediante mecanismos profesionales de manejo del consumidor hacer un empaque y una presentación que venda sin importar el contenido.

Por eso el estudio de los candidatos es un ejercicio que vale la pena hacer, sobre la base que ni lo que proyectan ante el público los define, ni su supuesta línea partidista tiene en la practica significado alguno.

Defectos tiene Petro y muy graves, pero casi ninguno coincide con lo que se le atribuye. Guerrillero fue pero no revolucionario ni marxista (El M-19 fue un movimiento protestatario de derecha que no pretendió cambiar el sistema democrático, ni propuso la estatización de los medios de producción o limitaciones al derecho de propiedad). Y nadie puede ser ‘castrochavista’ sin una definición de qué es eso. Progresista es en cuanto en sintonía con los temas modernos que nacen con la evolución de las sociedades (medio ambiente, liberación sexual, pluralidad étnica, la prioridad a la atención al ser humano y no al crecimiento economico, etc.), aunque no el dueño de esos temas como el cree. Por mesianismo, cree que lo que venga de él es correcto y posible por venir de él. Por eso no sustenta con estudios y análisis sus programas que pueden ser ideales, pero no solo en cuanto a lo que se aspira sino también en cuanto a lo irrealizables (educación y salud universal y gratuita; metro de Bogotá realizado por el Gobierno Nacional, etc.).

Duque tiene muchas cualidades, pero muchas incertidumbres. Por su juventud y sus antecedentes de tecnócrata (BID) parecería representar la opción para acabar las malas costumbres nacionales, pero se encasilló como candidato de un movimiento caudillista de ideología reaccionaria, y métodos cuestionables para imponerla. Fue creación de Santos, pasando por su Fundación Buen Gobierno, su Ministerio de Hacienda y su nombramiento en el exterior; alguna influencia de esa imagen sinuosa, desleal, demasiado prágmática y amiga de las grandes apuestas puede quedar; de la mezcla de ambos tutores no se sabe qué puede salir.

Vargas Lleras es político profesional. Ofrece muchas certidumbres pero unas buenas y otras malas porque encarna una especie de síntesis de contradicciones. Es ejemplo de trabajo y de seriedad pero apoyado en la más caracterizada politiquería (8 años de clientelismo burocrático e indiferencia a los cuestionados apoyos); piensan algunos que es la convergencia de Uribe con Santos pero no se sabe si de lo bueno o de lo malo de ellos (o si de otra mezcla).

Fajardo con un doctorado en matemáticas, su formación es ajena a la política. poco de ideología tiene y menos de concepción de modelos de estado. Su talante puede ser de centro pero más de centro derecha en cuanto autoritario, pragmático como en la forma como convivió en su Alcaldía con don Berna. Obsesivo de la educación lo cual es sin ninguna duda la prioridad absoluta para una sociedad en desarrollo tanto porque de ella depende el crecimiento economico como porque es la base de la movilidad, de la igualdad de oportunidades. Pero obsesivo y convencido también de su superioridad moral e intelectual.

De la Calle es un buen personaje que representa una mala colectividad. Hizo el curioso tránsito de poeta nadaista a funcionario público que deja como secuela mucha confusión. Sin trayectoria electoral ocupó importantes cargos pero sin condiciones de liderazgo. No es de derecha ni de izquierda pero tampoco de centro, sigue siendo nadaista; hoy se encuentra como alguna vez le dijeron de ‘ni me subo ni me bajo ni me quedo ahí tampoco’, cuando las encuestas lo orientarían a adherir a otras campañas pero no puede porque la ley lo obligaría a pagar el costo de la absurda consulta que lo eligió. Siendo honesta persona es patrocinado por quien es más responsable de la desaparición del partido por el cual se inscribió y eso tras una serie de maniobras ilegales.

 

 

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