Y se nos hizo realidad, tuvieron que pasar tres y medio eternos e interminables años para que por fin el pasado 7 de septiembre, la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo declarara la nulidad de una reelección viciada del hasta ese momento Procurador General de la Nación Alejandro Ordóñez Maldonado. Aunque muy tarde, sienta un precedente sobre la falta de transparencia y el manto de duda que rodeó desde un principio este proceso.
Aferrándose al cargo, se orquestaron toda clase de artimañas, impedimentos, recusaciones, prácticas dilatorias, demoras injustificadas, para que finalmente, la esperada sentencia llegara.
Una muy vergonzosa y deplorable situación, que puso en evidencia una conocida practica clientelista: ¡Yo te ayudo, luego tú me devuelves el favor, me postulas y me eliges!
Reconocida práctica deshonesta, el actuar de los integrantes de algunas corporaciones públicas, que postulan o eligen personas basados en el apoyo político –politiquero– por las prebendas y beneficios burocráticos o contractuales y no por el mérito, el conocimiento, la preparación, la hoja de vida, la trayectoria, la probada honestidad y la buena voluntad de ejercer con decoro la función pública, lo que constituye una verdadera vergüenza, que empaña la excelencia que debe distinguir el servicio público.
Lamentable que un cargo sea empleado para hacerse reelegir,
para ascender y, lo que hoy es evidente,
para proyectarse políticamente
Lamentable que un cargo sea empleado por su titular para hacerse reelegir, para ascender y, lo que hoy es evidente, para proyectarse políticamente.
¿Tiene usted señor exprocurador Alejandro Ordoñez Maldonado su conciencia limpia y tranquila para sin vergüenza alguna, pretender aspirar a una candidatura presidencial?
No quisiéramos ni pensar los alcances de este personaje con pretensiones presidenciales, que lejos de combatir la corrupción para lo que fue elegido, corrompió y manoseo la justicia colombiana, persiguió, arrinconó e inhabilitó a sus contradictores y futuros contendores políticos. Ordóñez es el ejemplo viviente y caminante de lo que la doble moral representa en la clase dirigente corrupta de Colombia.
No quiero imaginar los alcances del inquisidor, fanático religioso, discriminador y perseguidor de minorías ostentando el primer cargo de la nación.
A la hoguera sus pretensiones, su descarado cinismo, su hipocresía con la que enarbola las banderas de la honestidad y la defensa de lo público, sí a la hoguera, porque en este momento histórico, cuando por fin despertamos de una prolongada noche ‘donde ceso la horrible guerra’ lo que menos necesitamos son personajes fachos, nefastos que siembren odios, y que como enmascarados del bien, asalten en su buena fe los sueños y las oportunidades de toda una nación, en proceso de alcanzar la anhelada paz a partir de la verdad, con justicia, reparación integral, el perdón y la reconciliación, y con verdaderas garantías de no repetición.
¡Fuera, no más Ordoñez!
En twitter @Miguel_Mondrag