Esta no es una crítica a los ricos, sino a las debilidades humanas que están en el corazón del rico como del pobre, tanto que cuando un pobre, por extrañas y escasas vueltas del destino, se vuelve rico, adopta para sí los mismos vicios que aquí voy a criticar.
"La ley, que es superior a todo hombre, debe moderar la opulencia y la indigencia".
Esto es así porque desde los inicios de la nación, los criollos mas influyentes se apoderaron de las instituciones para conservar sus privilegios (esa era la idea! si no, para qué se enfrentarían al mismísimo rey de España?). Hombres buenos como Morelos o Bolivar terminaron siendo, sin quererlo, instrumentos de las nuevas maquinarias de poder.
El problema no es solo de América, la condición humana es así en todas partes, con pocas excepciones. Una vez que una persona prueba poder y riquezas ya no las quiere soltar. Se negará a compartirlas y hará lo que sea necesario para conservarlas y aumentarlas.
Nuestras democracias, a decir verdad, están hechas a la medida de los poderosos. De vez en cuando, para calmar a la plebe, hacen concesiones que se presentan como grandes logros sociales. Incluso permitieron que se apruebara una constitución como la del 91, con la que liberales y socialistas se declaran a gusto. Mientras ellos manejen las instituciones, están a salvo.
En todas las naciones, incluyendo las "democracias libres" hay un pequeño club de hombres sin ideologia que se podrían llamar "los dueños del país". Sus representantes siempre están en el poder. Le hacen creer al pueblo que cada uno pertenece a un bando que defiende unas ideas, promoviendo la lucha política partidista y de esta manera crean la ilusión de democracia en la que vivimos. Ellos se aseguran que siempre gane uno de los suyos.
En los años cincuenta pusieron a los colombianos a matarse unos a otros defendiendo un partido mientras ellos almorzaban juntos en elegantes restaurantes de Bogotá o París.
Es lo que tienen en común los Santos, Vargas Lleras y Uribes de todas las épocas. Representan a los poderosos. Claro que hay ideas que los diferencian ante el pueblo (las libertades, la guerra y la paz, el gasto social), pero nunca tocarán ni un pelo a eso provilegiados . Sus intereses están cubiertos, y así se perpetúa la desigualdad. Muestra de ello fue la reciente reforma tributaria. En ella se profundizó la brecha entre ricos y pobres en Colombia al eliminar el impuesto a la riqueza y reducir la tributación de las empresas, mientras al mismo tiempo se aumentaba el iva.
Una manera de "moderar la opulencia y la indigencia" es mediante los impuestos. Pero, claro, ahí tambien estamos perdidos.
Thomas Piketty, el famoso economista francés, estuvo en Cartagena en el Hay Festival de 2016 cuando estaba en el debate público esta reforma tributaria antes de su aprobación. Dos lapidarias frases retumbaron en el oido de los asistentes. La primera: "Quitar el impuesto a la riqueza y aumentar el IVA agravaría aún más la profunda desigualdad de países como Colombia". Y la segunda: "Colombia, con esta inmensa desigualdad de la riqueza, no solo del ingreso, no podrá ser un país desarrollado".
Los economistas colombianos en el poder, al servicio de la élite poderosa, no pararon bolas e hicieron aprobar exactamente lo contrario de lo que Piketty recomendó.
Estamos pues, muy lejos de alcanzar un estado que "modere la opulencia y la indigencia". Y creo que pasarán varios siglos antes de lograrlo. Los Estados son formados por personas, y las personas sienten avaricia y deseos de dominar. Sentimientos poderosos que los controlan.
Soñemos con ese dia en que la democracia en lugar de moderarse y encogerse, se amplíe, que las oportunidades sean para todos, el dia en que la indigencia no estará moderada sino extinguida y que la opulencia, mas allá de moderarse, se haya extendido a todos los ciudadanos.
Luis Fernando Gómez Marín
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