La cultura es la expresión viva del sentir de los pueblos. Parafraseando al político y escritor Amílcar Cabral, esta se manifiesta a través de su modo de producción, en la forma de hablar, de vestir, de sus festividades, de caminar, su forma organizativa, su religiosidad. Sin embargo, no es una expresión de muerte y delincuencia como sucede en mi pueblo.
El día 6 de enero del año en curso falleció en una clínica de Cartagena mi sobrino Aiden José Navarro Salgado, producto de una bala en su cabeza. Esta fue causada por el enfrentamiento de dos jóvenes disociales que portaban armas —uno, una pistola y el otro, un revólver—, quienes se disparaban entre sí en la caseta de Palenque, donde había más de mil personas a las 12 de la noche festejando las fiestas de año nuevo.
Aiden era un joven de 19 años, estudiante del Sena y aspirante a ingresar a la Universidad del Atlántico. Tenía ambiciones de salir adelante y en un futuro ayudar a sus demás hermanos —son tres y menores que él—. Él nació y vivió en la ciudad de Barranquilla. Solo iba a fiestas en Palenque y nunca lo vi con una cerveza en sus manos. Tenía un comportamiento excelente, por eso el día de su sepelio fue acompañado por más de mil personas, más de doscientas venidas de Palenque. Nunca miré un entierro por aquí ni en otro lugar así de lleno. Como dijo un religioso: ese muchacho era demasiado bueno.
Este joven que nos deja un gran vacío no tenía derecho a morir así por la irresponsabilidad de dos disociales, que portan armas y se disparan en una caseta llena de gente como si fuera un oeste de películas de vaqueros.
Frente a los hechos es triste y lamentable que a pesar de que en el municipio de Mahates, cabecera municipal de Palenque, existe un decreto que prohíbe realizar casetas con pick ups o picós —por los problemas de muertes y riñas que estas han causado, ya que en ellas se combinan drogas y alcohol con armas de fuego en medio de menores de edad sin ningún control de las autoridades—, este no se ha cumplido.
A pesar de estas prohibiciones, Palenque de San Basilio es el único lugar del municipio de Mahates donde se siguen realizando estas casetas, y más grave aún, sin ningún tipo de permisos que permitan un control real que garantice la vida de los asistentes. Este tipo de espectáculo se realiza sin la respectiva seguridad por parte de las autoridades competentes o de los organizadores. Con la muerte de Aiden ya son dos personas que mueren en caseta y un buen número de heridos. El 2 de enero del año 2017, en una caseta con pick ups, también falleció una persona de un tiro en la cabeza.
Ante toda esta realidad quien otorga los permisos para esas casetas es la autoridad municipal de Mahates, pero con la excusa de que Palenque es un pueblo especial de comunidad negra no se le ha aplicado la norma general. Así en Palenque continúan realizando casetas con o sin permiso de Mahates, valiéndose de ese sofisma de primer pueblo libre, un pueblo especial por sus particularidades culturales que hicieron que fuera patrimonio oral e intangible de la humanidad.
Frente a estas reflexiones, ¿la libertad que proclamamos y de la que nos llenamos la boca es excusa para que exista la descomposición social que hoy tenemos, ante la mirada de propios y extraños sin hacer nada? No contamos con policías en nuestro territorio, aunque tengamos una lengua especial, el primer Consejo Comunitario del Caribe colombiano, una forma organizativa única, una religiosidad originaria, una forma de resolver los problemas, una forma de despedir nuestros muertos con tradiciones como el lumbalú, todo un reservorio de culturas de ascendencia africana que vinieron y se recrearon hacen más de 300 años y han hecho que seamos patrimonio oral e intangible de la humanidad.
Actualmente Palenque es uno de los lugares del municipio donde el microtráfico está a la luz pública del pueblo y con conocimiento de las autoridades competentes. Además, el robo de ganado y de cultivo del monte sucede a diario, al igual que el consumo de drogas, alcohol y la prostitución en menores de 14 años. Lamentablemente, este es el pan de cada día en el Palenque de San Basilio. Lo peor es todo sucede ante la mirada indolente de sus habitantes, ya que la mayoría prefieren callar dejándole todo al destino y a la suerte. Entonces, ¿por qué seguimos pensando simplemente en el tambor, en la lengua, el lumbalú y otros elementos culturales, mientras la descomposición social acaba con el pueblo ante la mirada e indiferencia de sus pobladores y autoridades competentes?
Hoy Palenque requiere de una intervención que pare esta descomposición social y que nos haga entender que la cultura no es para cultivar la delincuencia, la cultura es el reflejo de las nobles y sanas convivencias de los pueblos. ¿Cuántos Aiden tienen que morir para recapacitar sobre las múltiples problemáticas de nuestro pueblo? Hagamos un alto en el camino y reflexionemos, porque como dice el Grupo Niche: esto como va seguro se va a acabar, la verdad es que mi pueblo se acaba y nadie hace na'.
Desde el Palenque, un cimarrón todavía.