Recogiendo un grito, una lista, un pedido de auxilio de muchos de aquellos, de nosotros los llamados “ciudadanos de a pie”, hay un mundo de cosas que ojalá no arranquen colmando el 2023 igual que por años han diezmado la energía de esta sociedad, de este país que parece ocupado muriendo.
Aquí una lista corta, muy corta en realidad, porque el lío es largo:
- Todo ese desvarío disfrazado de estadística, noticias, informes, publicidad y porcentajes maquillados en Excel sobre la disminución del crimen en Bogotá; todos presentados en ruedas de prensa cotidianas por Claudia López con su iracundia, sus disparates autosuficientes y su momificado secretario de seguridad de turno, mientras en la ciudad enloquecida sigue corriendo a caudales la sangre, la violencia, un largo y ya podrido chorizo caótico.
- Más niños muertos por desnutrición en La Guajira; ocurre hoy inaceptablemente en el gobierno de izquierda y ocurrió siempre en los de derecha, los de centro, los de todo color porque eso no importa, solo parecen niños pobres y de descarte. Lo asombroso es que ahora se reedite con una directora del ICBF ahí, callada, inmóvil; una directora que a voces se comenta podría haber sido impuesta por la esposa del presidente, porque sí, por “cheveridad”, por la costumbre de toda la vida de atender favores y regalar virtudes.
- A propósito, ojalá no más familia, como muchas veces en el pasado, decidiendo cosas del país infortunado; resolviendo sobre los puestos, las cuotas, los contratos, la nómina, los gastos.
- No otra, no otra reforma tributaria, para volver a empezar; no otra reforma política para apoltronar políticos; no otra reforma judicial para la impunidad; no otro discurso de austeridad pública mientras no bajen los privilegios de altos funcionarios, de altos amigos; no más leyes para hacerle trampa legal a la ley.
- No otra; no una nueva sentada del ELN para volverse a parar.
- No más guardaespaldas, y armas, y camionetas blindadas, y escoltas, y puercos “esquemas de seguridad”, para toda una bandada de funcionarios, magistrados, congresistas, corruptos protegidos, exfuncionarios, o militares de rango. Si la paz es total, como merece ser, que empiece por palparse en las calles.
- No más privilegios para “servidores públicos” que son eso, aunque ellos no lo crean: servidores, no amos, no patrones que siguen imaginando a una sociedad rendida a su paso.
- Este país se muere en exigencias oficiales: en trámites, renovaciones, certificaciones, sellos, autenticaciones, juramentos, copias amarillas y azules y archivos, y plataformas caídas y sistemas fuera de línea, y SECOP; SIGUEP; SIDEAP, pico y placa, pico y cédula, antecedentes, cartas de supervivencia, apostillas, exámenes de salud “preocupacionales” (así le dicen); RUT, EPS, IPS, toda una mierda con vigencia máxima de 30 días; toda una podrida montaña de basura administrativa y leguleya para trabajar, para existir, para pagar impuestos, para morir lentamente.
- La paz total también empieza por no tirarse más a la gente, a los trabajadores, a los honestos contratistas (porque desde luego los contratistas concesionarios, los de las vías, los de la salud, los de las grandes cosas, no saben de este padecimiento).
- No más, no otros sapos burócratas hablando en nombre del presidente, del gobierno, y tirándose al propio gobierno. Así lo hicieron en administraciones pasadas en algunos casos a espaldas de cada presidente, y así lo reedita ahora mucho burócrata mediano, hostil, alardeando que él o ella son “del pacto”, “del partido” y que ni una astilla del pasado debe subsistir.
- Los que así actúan lo hacen como si fueran escuadrones estalinistas o nazis o fascistas, exhibiendo su brazalete y su sello para meterle miedo al resto, cobrar reconocimientos y satanizar a manera de purga a todo aquel que, según dicen, no es “del pacto”.
- ¡¡Pilas, mucho ojo alto gobierno!! hay un grueso de oportunistas casi diciendo que tiene carnet para hacer como quieran en nombre del gobierno; muchos de estos matoneando y aduciendo una falsa licencia para purificar infieles.
Gente perversa y mediocre que, de no ser atajada pronto por el propio gobierno, podría hacer que un proyecto nuevo y razonable tenga tropiezos grandes o incluso fracase.
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