Las jugaditas las puso de moda el señor Ernesto Macías presidente del Senado de la República el 20 de julio de 2019 para sabotear la réplica de la oposición en el Congreso, en ese momento, a cargo del senador Jorge Robledo. Es una práctica que el gobierno Duque ha aplicado desde entonces y ahora con más fuerza ad portas de las próximas elecciones presidenciales.
Los organismos de control son todos de bolsillo del gobierno. La procuradora Margarita Cabello, el fiscal Francisco Barbosa -que como quedó claramente develado es una entidad que tiene una sucursal en la rectoría de la Universidad Sergio Arboleda- el contralor Felipe Córdoba, todos parecen haber recibido la orden de perseguir a Sergio Fajardo e impedir que llegue a la Presidencia, para lo cual cada tanto le abren una investigación disciplinaria o fiscal; se suma al club el registrador Alexander Vega que a pesar de lo ocurrido en el conteo de votos, donde le querían embolatar quinientos mil al Pacto Histórico, no ha dado ninguna explicación al país. Ahí sigue bien tranquilo.
Tumbaron la ley de garantías y con un cheque en blanco de varios billones, a pesar de que el presidente Duque en su condición de senador se había opuesto con vigor en ese momento a darle de baja, llegaron a la contienda contratando a diestra y siniestra.
Han radicado con mensaje de urgencia un proyecto de ley para reglamentar el próximo empalme y cuando se lee su articulado con cuidado, parece que lo que pretenden es esconder información.
Sin pudor -y los que saben dicen que el cerebro de la jugada fue el señor Luigi Echeverry, aunque la propuesta la hizo una accionista minoritaria en la pasada asamblea-, prorrogaron la permanencia de la actual junta directiva de Ecopetrol hasta el 2025 ampliando su periodo de dos a cuatro años.
Se perdió la independencia del Banco de la República pues hoy conforman su junta personas que le copian íntegramente al gobierno.
Permiten sin sonrojarse ponerle el apodo en el tarjetón, en vez del nombre, al candidato de sus preferencias.
Oye uno decir que el expresidente Uribe sabe para qué es el poder; todo indica que jamás se jubilará y que continuará manipulando a los colombianos a su antojo. Y quien no sigue sus órdenes, como si se tratara de una corte pretoriana, se convierte entonces en el peor de sus enemigos.
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Uribe quiere que el sucesor de Duque sea Federico Gutiérrez. Para lograrlo, esa campaña y el candidato mienten de manera sistemática, son hábiles para acudir al insulto fácil y a la descalificación del contrincante
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Ahora quiere que el sucesor de Duque sea Federico Gutiérrez. Para lograrlo, esa campaña y el candidato mienten de manera sistemática, son hábiles para acudir al insulto fácil y a la descalificación del contrincante. Analizan las encuestas a su antojo. Hacen alianzas con quien sea y como sea. El miedo es su mejor arma. Hacer creer que es la única opción, seguir ondeando las banderas de la polarización; convencen a los ciudadanos de que esto ya está decidido. Que se trata de votar por el Señor Gutiérrez o quedamos en manos del “comunismo expropiador”. Y por último señalan a quienes no votaremos por su candidato como los responsables de que Gustavo Petro llegue a regir los destinos de Colombia.
Lo que verdaderamente sorprende es la ignorancia de una porción importante del electorado. No solo porque le siguen creyendo a raja tabla lo que dice Uribe, sino porque resulta que no se han detenido a analizar que es prácticamente imposible que alguno de los dos candidatos que puntean las encuestas gane en primera vuelta; en cambio, si Federico Gutiérrez pasa a segunda contra Gustavo Petro, el presidente de Colombia en los próximos cuatro años será, sin duda, el candidato del Pacto Histórico. La alternativa para que Gustavo Petro no ocupe el Palacio de Nariño es votar por la mejor propuesta de gobierno, que es la de Sergio Fajardo. Fajardo es el único que en segunda vuelta puede derrotar a Petro. Lo que nos han expropiado es la capacidad de análisis con tanta jugadita.