Los medios insisten en chismes sobre Luisa XXX, José Balbino, las Chandosas con K, el Piojo, la Jessi Vélez (digo Uribe), Marfea, Lina Tijeras, Paola Jarra y otros erigidos por la prensa como “famosos”.
Sin embargo, estos “famosos” de aquí y de afuera no son más que hombres y mujeres comunes y corrientes, con las mismas necesidades nuestras. Sufren, lloran, se deprimen, van al baño, tienen miedos, se enamoran, los traicionan, tienen sueños, pesadillas, decepciones y amarguras. Y todos ellos, los mismos problemas y alegrías de los demás mortales. Pero estas alegrías y problemas son suyos, de sus allegados y de nadie más.
En una película que no recuerdo su nombre, Julia Roberts, interpretando a una “famosa” actriz, se enamora de un humilde librero de un pequeño pueblo. El librero, ya enamorado, siente mucho temor de aquella relación por lo que su pareja es una actriz “famosa”. Ella, muy decidida a no perderlo, le dice más o menos (porque no lo recuerdo literal) que ella no es más que una mujer enamorada. Y eso son las “celebridades”: unos pobres hombres y mujeres enamorados, unas veces, otras decepcionados y tristes; solo que aparecen muy seguido en la tele y su trabajo está sobrevalorado en reconocimiento y dinero.
La función de la prensa no puede ser desinformarnos. Al contrario, tiene que ser el cuarto poder; la voz de millones que no tenemos voz. El logo ese que le haga dar miedo al funcionario público desde el presidente hasta el más humilde taquillero de cualquier oficina de predial en el último rincón del país. Miedo de sus preguntas, de sus informes, de sus investigaciones en procura de salvaguardar el estado de derecho, sus bienes públicos y la decencia de sus funcionarios.
Pero nuestra prensa insiste en los famosos y las celebridades que ella creó. Sin ella, James y los demás famosos serían trabajadores comunes y corrientes como usted y yo pero vivirían más felices (claro que la mayoría de ellos no están preparados para esta conversación), serían mejores amantes, jugarían más tiempo, cantarían de verdad y serían mejores actores.
Y usted y yo viviríamos mejor informados sobre lo que realmente nos interesa a todos: el manejo de la cosa pública; el logro de los gobernantes o sus fracasos; su honradez o despilfarro; su interés por los demás o su egoísmo; su búsqueda de una educación liberadora o su complicidad a la alienación; sus tareas en bien de la salubridad pública o su complicidad para el enriquecimiento de unos pocos; su labor para que la justicia impere o su corrupción; su mirada generosa hacia los humildes o su altanería clasista; en una palabra, su generosidad que los acerque al pueblo o el permanente e inveterado egoísmo e indolencia de quienes manejan el Estado como si fuera una más de sus posesiones.
¡No más James, no más “famosos”, no más celebridades! Las celebridades somos usted y yo que sobrevivimos en un país de políticos y prensa indolentes.
