Es imposible saber cuántas personas en este país están desesperadas por la forma como se ejerce la política, y si esta alguna vez tuvo algún grado de majestad, porque ahora se ha perdido por completo. Los senadores y miembros de la Cámara de Representantes, se presentan al supuesto seno de la democracia como si fueran a un aburrido paseo de fin de semana, descamisados, y sin el respeto mínimo por la envestidura que ostentan. Sí, es verdad que se acabaron los discursos grandilocuentes y para muchos eso es un avance, pero han sido lastimosamente reemplazados por los gritos, los insultos y hasta la falta de respeto de senadores, representantes e inclusive por parte de algunos miembros del Estado. Parece más un circo el Congreso de la Republica, que el lugar lleno de los representantes del pueblo que toman decisiones trascendentales. Y lo peor es que ese tipo de leyes siguen marcando la vida nacional, pero se discuten en ese medio lleno de agresiones y de nuevo, gritos.
Lo más lamentable de este espectáculo, es que la mayoría de los argumentos expuestos son válidos, pero sin duda el estilo cuenta. Nada más agradable que escuchar cómo se destruyen argumentos falsos con una sátira en medio de una sonrisa o con voz normal. Nada más duro que los encuentros entre Churchill y Bernard Shaw que se destruían, pero dentro de las mejores formas posibles. Es un tema de estilo que definitivamente se perdió en la política colombiana y que debe recuperarse si se trata de ayudar a un país a vivir en paz.
Nada más duro que los encuentros entre Churchill y Bernard Shaw
que se destruían,
pero dentro de las mejores formas posibles
Claro que esa forma agresiva de debatir, y estas voces agresivas inciden en el comportamiento de la población colombiana. Obviamente venimos de muchas décadas de guerra donde toda clase de violencia, incluyendo esa verbal, se tomó como parte de la cotidianidad. Pero resulta que ahora todos, incluyendo a los que insultan y gritan, queremos una sociedad normal y en ella la gente y los temas no se tratan así. Sin embargo, es necesario recordar que cuando alguien tiene el privilegio de llegar a posiciones de representación, tanto en el Estado como en el sector privado o en la sociedad en general, sus obligaciones frente al resto del país son aún mayores.
Con razón o sin ella, muchos de aquellos que no pueden ni soñar en alcanzar esos niveles de privilegio, asumen que el comportamiento que se requiere para alcanzar renombre, es el que presentan los que actualmente están en esas situaciones de fama, de reconocimiento. Por ello, el debate político no debe juzgarse solo por el contenido que sin duda es fundamental, también es importante la forma, el lenguaje, y el estilo, porque con seguridad será copiado o admirado por muchos que quisieran llegar a esos niveles, que con frecuencia se idealizan por aquellos que lo ven lejano.
No sobran de ninguna manera estas críticas que se esperan se tomen como constructivas, porque con seguridad muchos de los protagonistas de esta forma violenta de hacer política creen que en esta sociedad agresiva encuentran eco en algunos sectores y lo cierto es que la gente más sensata está literalmente agotada de este tipo de Congreso de la República que tenemos que vivir diariamente.
Por favor, de la manera más cordial le sugerimos a los miembros del Congreso y a los funcionarios del Estado que han optado por esta forma de debatir y de contraatacar; que por su propio beneficio dejen a un lado el estilo de los gritos y las ofensas para que empecemos a crear el ambiente que la sociedad colombiana se merece, después de tanta sangre, de tantos desplazados, de tantos muertos, y de los millones de víctimas. No le pongamos más barreras a la construcción de un país que encuentra en la política, la manera civilizada de resolver los conflictos propios de toda sociedad.
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Lo más lamentable de este espectáculo, es que la mayoría de los argumentos expuestos son válidos, pero sin duda el estilo cuenta