En los últimos días me he estado movilizando en Medellín. Sin duda, las marchas del 28A y el 5M entran en el podio de las movilizaciones más concurridas en la historia de la ciudad. Su diversidad, dimensión artística y pluralidad, son impresionantes. Una maravillosa postal para el recuerdo. Es una polifonía de la indignación con una enorme vitalidad humana; sin embargo, considero oportuno y necesario discutir sobre la pertinencia de algunas consignas, esos cánticos que se repiten entre decibeles de ira e indignación. No tengo claro quién las diseña o propone, algunas simplemente emergen y se patentan en medio de la movilización. Aunque comprendo que son los jóvenes quienes más las avivan, sin más intención que expresar su voz de indignación, en el presente escrito quisiera invitar a repensar el sentido y la pertinencia de algunas, especialmente las que tienen una clara intención homofóbica y que no hacen más que reforzar patrones históricos de discriminación y exclusión.
Hay dos consignas abiertamente homofóbicas que escuché insistentemente en las movilizaciones de Medellín. A la primera le precede una serie de cánticos y remata con “el que no salte es uribista maricón”; y la otra es muchísimo más vulgar, dado que no podría transcribirla al pie de la letra en este texto (tampoco me sentiría cómodo haciéndolo), diré que simplemente alude a sexualidad de Duque y una supuesta relación con Uribe. Son expresiones que en nada contribuyen a la discusión, que caen en el lugar común de presentar la diversidad sexual como señal de debilidad, son una burla. Una burla que encubre con o sin intención una actitud discriminadora y excluyente. Dirigida hacía una población que viene siendo victimizada, cuyos derechos han obedecido a conquistas históricas y que en muchos lugares es restringida en el ejercicio de su ciudadanía. También es una población que marcha, con espíritu diverso y valentía, porque en el Paro Nacional encuentran el espacio vital para reivindicar su papel en la sociedad.
Estoy seguro de que quienes promueven ese tipo de consignas no lo hacen con mala intención, es decir, buscando excluir a la población diversa. Eso nunca lo he visto en una movilización en la que haya participado (a no ser que sea una movilización convocada por la extrema derecha) y antes las banderas multicolor hacen presencia permanente; se combinan en un mosaico ciudadano con las banderas de los partidos, sindicatos y la guardia indígena. Siempre tiene y tendrá su espacio. Por eso, resulta contradictorio que existan consignas que solo refuercen patrones peligrosos e insultantes, asumiendo que la diversidad es señal de debilidad o indiferencia. Cuando hay personas que han asumido su sexualidad como una apuesta política. Algo nada fácil en una sociedad que sigue siendo tan conservadora. El baile de los jóvenes trans en la Plaza de Bolívar, al asedio del Esmad y sin esconderse, es un claro ejemplo de esa lucha que para nada evidencia debilidad.
Sea esta una invitación para replantear ese tipo de consignas, no convertir las movilizaciones en un espacio hostil y discriminatorio. Comprender que esta es una lucha donde concurren todos los sectores excluidos, victimizados y olvidados. Una invitación a parar con esa violencia verbal y construir consignas que exalten el valor de la vida, la lucha y la diversidad. Además, no podemos olvidar que la revolución será diversa o no será.