La voz de ellas, de las mujeres, de sus necesidades, de sus exigencias, de su modo particular de habitar el mundo, sale a flote en diversos espacios donde se hace una disputa del poder que está bajo el dominio de los hombres y se pone sobre la mesa lo que necesitan, necesitamos, la mitad de las habitantes del mundo para vivir con dignidad.
El pasado sábado se conmemoró el 25 de noviembre, o 25 N en su abreviatura, una fecha insignia designada por la ONU como el día internacional para eliminar la violencia contra las mujeres.
En las calles de Medellín, de otras ciudades de Colombia y otros países, decenas de mujeres marcharon con los célebres colores morados y verdes gritando arengas y exigiendo el respeto de los agresores, y la atención del Estado con los feminicidios así como con las diversas y numerosas violencias que reciben las mujeres de todas las edades en nuestro país por el simple hecho de serlo.
En cantos unísonos aparecieron mensajes que evidencian, una vez más, que aunque se lograron muchos derechos con luchas largas y extenuantes en cuanto al papel de las mujeres en la sociedad, todavía hace falta mucho más para lograr ese sueño de igualdad palpable.
“Señor, señora, no sea indiferente, matan a mujeres, en la cara de la gente”, “¿Dónde estaban cuando nos mataban?”, “De noche o de día, desnudas o vestidas, en la casa, en la calle, que respeten nuestras vidas”, fueron algunos de los cantos que hicieron mujeres jóvenes, niñas y adultas en las calles durante el 25N.
En medio de la emoción de ver reunidas tantas mujeres pidiendo el respeto de los derechos de muchas otras dos escenas robaron mi atención: la primera de ellas fue el grito que surgió en medio de la marcha donde se preguntaba por el paradero de Luz Leidy Vanegas Orozco, desaparecida en el barrio Castilla de Medellín el 1 de enero del año 2020 y de quien no se conoce absolutamente nada a pesar de la ardua lucha que emprendió su hija para dar con su paradero.
La segunda fue en Bogotá donde de la mano de iniciativas como Huérfanos por Feminicidio y la colectiva Buscarlas hasta encontrarlas se hizo un homenaje en honor a las víctimas por feminicidios y desaparición en Colombia, usando un altar con fotos de mujeres víctimas de estos delitos.
Ambos actos con la intención evidente de decir públicamente que a pesar del inmenso dolor que los seres queridos y familiares pueden sentir con una pérdida así, y enfrentados a una impunidad tan alta como la de Colombia con crímenes de esta naturaleza, que ronda en el 90%, se seguían recordando las muchas vidas que ha cobrado y sigue cobrando el machismo en este país.
Sobre el tema, es importante mencionar que, el XXI Informe sobre la situación de violación de los derechos humanos de las mujeres en Medellín y territorios de Antioquia, se asegura que ha existido una configuración de barreras institucionales.
Ejercido, de acuerdo al informe citado, por parte de los operadores de Justicia pertenecientes a Comisarias de Familia, la Fiscalía General de la Nación, la Policía Nacional, los Centros Hospitalarios, entre otros.
Aquí resulta valioso mencionar que las formas de machismo se dan en todos los ámbitos de las mujeres desde muy tempranas edades, aunque, es posible reconocer varios tipos de violencias donde se incluyen: la violencia psicológica, la económica, sexual, política, y la violencia obstétrica, entre muchas otras.
Que en su conjunto reflejan una vez más que los cuerpos de las mujeres siguen siendo usados como campos de batallas e incluso como territorios que deben ser “conquistados” con la más sanguinaria violencia perpetrada en todas sus formas.
Pero, cuando las mujeres se atreven a denunciar la larga lista de violencias machistas que mencioné siguen recibiendo en su contra ataques y es algo que se da desde todos los ámbitos.
Cuando una mujer alza su voz en contra de la injusticia, cuestiona hombres que tienen poder, exige que se haga algo con problemáticas basadas en violencia de género, o simplemente hace su trabajo suele ser agredida.
Solo para dar un ejemplo, la Fundación para la Libertad de Prensa manifestó que las mujeres periodistas son blanco de agresiones por su género y por su trabajo citando la sentencia T-087, de la Corte Constitucional que dice que: “las periodistas han recibido insultos, amenazas, y comentarios que buscan descalificar su trabajo periodístico o generar un odio viral en su contra”.
Todo esto para recordar que la violencia machista nos persigue en todos los ámbitos, no sólo el privado. Por lo que, y aprovechando una fecha tan importante como el 25N, hago una invitación abierta a que se deje salir más a flote la voz que por siglos ha sido silenciada, aniquilada, arrebatada e ignorada: la voz de ellas.
