No deben seguir haciéndole el juego al expresidente Álvaro Uribe Vélez, de montarle espectáculos con fines políticos: trasmitir los intereses que él demanda. Él siempre ha demandado que no se le endilgue ninguna responsabilidad, en ninguna acción ilícita, ilegal, corrupta, o como la quieran llamar, que cometieron sus subalternos ¡Punto! Y de eso se trata el efecto teflón alrededor de este expresidente, que todo acto contrario a la ley caiga y lo paguen sus subordinados y no él.
La tan esperada entrevista que le hizo la Comisión de la Verdad fue, así no se quiera reconocer, un espectáculo que montó el mismo expresidente con libreto incluido. Es decir, las circunstancias de tiempo, modo y lugar él las impuso. Y los detalles del escenario describen la imponencia que quiso dar: el expresidente bien atildadito, sentado solo en su mesa, adornada con un mantel floriadito que le daba un estilo “señorial”, y con los brazos cruzados como una señal de la barrera que él siempre quiere poner ante lo que no le gusta o contra quien no le gusta.
Mientras tanto, los tres comisionados que lo fueron a visitar estaban allá, al frente de él, en unas sillas de un nivel “más bajo” que la del expresidente, en una posición inferior al visitado, entregados al ritmo que les marcó el director del espectáculo. Lo más patético del espectáculo es que los hijos del expresidente hicieron presencia y se arrogaron el derecho de meter la cucharada para cuestionar a los comisionados que fueron “de visita”. ¡Ah bestia!
La cierto es que fue un montaje innecesario, pues el expresidente pudo haber hecho un video y enviarlo a la Comisión de la Verdad, pero estos comisionados cayeron en la trampa de ir al lugar donde él quería tenerlos, donde se siente más cómodo para desplegar toda su magnificencia en vivo: en su casa de Llanogrande.
Sí, innecesario el espectáculo, porque este expresidente sigue negando el conflicto armado, sigue diciendo que el acuerdo de paz fue una dictadura impuesta, no reconoce como legítima a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), que incluye, por supuesto, a la Comisión de la Verdad, y como puntillazo —esos que le dan a los caballos para que ande “más finito”— este expresidente reafirmó que ese encuentro no se podía tomar como una contribución a la verdad…
Y es cierto. No aportó nada de verdad. Lo novedoso fue que señaló a los militares que cometieron los mal llamados falsos positivos como “unos incapaces criminales que produjeron crímenes para fingir resultados”. Es decir, antes los llamaba “héroes de la patria”, ahora los señala como vulgares criminales ¡Qué ingratitud! Porque él sigue insistiendo que no tiene responsabilidad en eso, dijo que “la culpa no es de quien exige resultados con transparencia”, así dijo.
Claro, todo era “transparente” hasta cuando se descubrió qué estaban haciendo en su gobierno los militares bajo su mando. Porque en la cadena de mando él tiene responsabilidad, una cadena que ahora él mismo rompe para evadir la responsabilidad. Pero para no ser tan desleal con los militares, sin ninguna prueba dijo que a los militares “los están forzando en la JEP a reconocer delitos no cometidos en aras de proteger su libertad”. No obstante, para bloquear el camino de la justicia que apunta siempre a él también como responsable, saca de un as de la manga y propone una “amnistía general”.
Que la JEP no le pare más bolas a este expresidente ni se preste para más espectáculos. Porque la JEP no tiene competencia para juzgar a ningún expresidente, eso quedó establecido en el acuerdo de paz. Ante esa justicia transicional van obligatoriamente las antiguas Farc y los militares, y de manera voluntaria terceros (civiles) que pudieron haber apoyado a grupos armados. Si hay evidencias reales que impliquen a alguien que haya ejercido la presidencia, eso se envía es a la Cámara de Representantes para que asuma la competencia… ¡Absolver! Porque cuándo se ha visto que esa cámara juzgué a uno de sus amigos y lo condene ¡Nunca!
La Justicia Especial para la Paz no es para ofrecer espectáculos.