A la hermana Johana Rivera Ramos la recuerdan con infinito cariño quienes la trataron. Sus compañeros de colegio cuentan que desde la secundaria ya sentía el llamado de Dios. Según reporta del diario El Universal, de Cartagena, todos sus conocidos coinciden en dos cosas. La primera, que era un ser humano con una alegría incomparable. La segunda, que su despedida fue tan intempestiva como dolorosa. No hubo tiempo de hacerle ni funeral o entierro. Solo fue posible cremar el cuerpo. Lo anterior, dado que la hermana Rivera Ramos fue la primera religiosa de Lationamérica en fallecer por cuenta del COVID-19.
Las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, estuvieron en aislamiento de acuerdo con la cuarentena obligatoria decretada por el gobierno nacional. Sin embargo, desde el pasado 15 de marzo, Johana manifestó los primeros síntomas en su garganta. Los médicos inicialmente pensaron que se trataba de una amigdalistis. Su hermana Yiseth contó a El Universal que los profesionales que revisaron a su hermana determinaron que no era necesario hacerle la prueba del COVID-19. La mujer aun no se explica el por qué de esta decisión.
De ahí en adelante lo que siguió fue un viacrusis donde cada diagnóstico médico era peor que el anterior. Yiseth recuerda que, cuando se decidió intubar a su hermana y mandarla a cuidados intensivos, ella pidió que no lo hicieran hasta que no llegaran. Sospechaba que era la última vez que se veían. Sin embargo, cuando llegó Yiseth, ya estaba intubada y dormida. No pudo volver a verla. El desenlace fatal fue el pasado 27 de marzo. La hermana Johana Rivera Ramos falleció en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica Madre Bernarda, en Cartagena, el pasado 27 de marzo. Su familia solo supo que había dado positivo al coronavirus después de que murió.