No a la invasión de Venezuela

No a la invasión de Venezuela

El rechazo a la presencia de tropas estadounidenses en Colombia es un imperativo. Los norteamericanos son responsables de los crímenes más atroces de la historia

Por: Enrique Jaramillo Arango
febrero 04, 2019
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No a la invasión de Venezuela
Foto: Gunnery Sgt. Robert B. Brown Jr.

Venezuela vive un conflicto político, económico, social y cultural que está afectando la vida de millones de seres humanos. Esta disputa incluso está alterando las dinámicas imperiales en el mundo.

Invito a que los hermanos venezolanos le apuesten al diálogo entre opuestos, a la concertación y a la negociación. Todos los pueblos son soberanos y es su responsabilidad mantener la paz. Dos bandos dispuestos a la guerra solo conseguirán llevarse a su propia extinción, al dolor, al desplazamiento, y a la esterilidad del discurso bélico. En Colombia y en Venezuela la salida debe ser política y no armada. El presidente Maduro utiliza el enemigo interno para mantenerse en su condición de poder, al igual que el presidente Duque eleva su popularidad a costa de los soldados y guerrilleros que morirán. Ambos con el miedo nos dominan y nos enceguecen.

La guerra en Venezuela traería efectos desastrosos para Colombia. Estos conflictos solo benefician al sector que produce herramientas de destrucción. El uso desmedido de las armas quiebra los demás sectores de la economía. Nuestra relación comercial con Venezuela no se puede terminar sin primero afectar millones de familias en Colombia. El intercambio es necesario para ambos países y este no va a terminar. Colombia ya tiene más de ocho millones de desplazados internos, no soportaremos más. Grave también tener un vecino como escudo para esconder nuestros propios defectos como nación. El papel de la mayoría de medios de comunicación debería entenderse como criminal y sin ninguna ética profesional. Caracol al hablar veinte minutos de Venezuela y medio minuto del asesinato de líderes sociales, está sembrando el odio y aniquilando cualquier posibilidad de acabar nuestros propios conflictos.

Es triste ver cómo la popularidad del presidente Iván Duque aumenta cada vez que sus posturas se inclinan a la guerra. Nuestra sed de sangre no ha cesado. Ni con 50 años de muertes, secuestros, desapariciones, torturas y desplazamientos hemos podido aprender la lección. Ver al señor en la panadería, en el parque, en la casa, en el banco, en todas partes decir “plomo para esos HPS” es la triste muestra de lo que somos como sociedad y a la vez el olvido que seremos. Nos gusta la violencia, pero también tenemos un amor irracional por la vida. Somos buenos, somos malos, amamos y odiamos al mismo tiempo. Pero al final tendremos que encontrar el diálogo como posibilidad de relacionarnos.

Miremos a Colombia y tal vez podremos ver que no estamos tan bien como nos dicen. El Centro Democrático, aunque en otro extremo ideológico, es sumamente parecido al gobierno de Nicolás Maduro. Sus propuestas buscan un poder totalitario, son coercitivas con la libertad de expresión, utilizan cortinas de humo todo el tiempo, juegan a espaldas de la gente y al final lo que buscan es mantenerse en la trinchera del poder.

El rechazo a la presencia de tropas estadounidenses en Colombia es un imperativo humano. Los norteamericanos son responsables de los crímenes más atroces de la historia, la bomba atómica en Hiroshima y el componente naranja en Vietnam son solo dos ejemplos de la crueldad de aquel imperio en decadencia. Con ellos nunca llega la democracia y la libertad, por el contrario, llega la muerte, el sometimiento y la esclavización de nuestras economías para siempre.

Apoyar en Colombia el ingreso de estas tropas es el equivalente a arrodillarse ante el peor de los amos. Quisiera ver una carta del presidente Duque pidiendo que en vez de enviar cinco mil soldados, manden a nuestra patria miles de médicos, trabajadores sociales, científicos y artistas. Ellos son bienvenidos.

Nunca dispararé una bala en contra de un hermano venezolano. Nuestros jóvenes no deben ser enviados a matar a nadie. Deben ir a las universidades para buscar nuevas formas de relacionarnos en paz. No más niños y niñas matándose por las decisiones de viejos ambiciosos que no fueron capaces de construir un mundo justo. Su fracaso no puede ser el nuestro.

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