A continuación les comparto algunas de las vivencias, experiencias y reflexiones que me alientan a deslegitimar el modelo evaluativo del ICFES, esperando que de algún modo pueda esto alentarles a cuestionar y según sus disposiciones, rechazar el Saber Pro, con el fin de explorar todos los mecanismos posibles para confrontar el injusto esquema de medición cuantitativa adoptado en nuestro país por tantas décadas.
1- Convicciones: En el ejercicio de aportar a la educación popular, en innumerables ocasiones me he encontrado alentando a estudiantes de grado 11 o en vísperas de presentarse a un examen de admisión a no permitir que les hagan creer que el acceso a la educación superior es un asunto de mérito, pues el derecho a educarnos debe ser en todas sus instancias garantizado, fomentado y preservado por el Estado. En cada espacio posible de diálogo frente a las pruebas he reiterado que somos seres infinitos, pluriversos de imposible medición y que estos ejercicios psicométricos no son más que la expresión de una educación mediocre y desinteresada por reconocer los inconmensurables y diversos saberes que poseemos.
3- Estandarización: Durante mi formación académica he aprendido a admirar y celebrar la compleja y diversa organización de nuestros procesos mentales, corporales, experienciales, vitales. En numerosas ocasiones expuse mi preocupación por el ejercicio de estandarización al que responde la aplicación de una prueba psicométrica como única y generalizada herramienta de evaluación. El ejercicio de estandarización regularmente realizado por el ICFES no solo desconoce la diferencia, sino que la margina, la penaliza y la castiga. A este momento no comprendo cómo se continúa reproduciendo este brutal ejercicio en nuestras instituciones. No concibo tras comprender la cantidad de factores que inciden en nuestros procesos de aprendizaje cómo se siguen desconociendo variables socioeconómicas, contextuales, simbólicas, emocionales, entre otras muchísimas tantas.
4- Competitividad: La naturalización de la competencia como única posibilidad de demostración de nuestras habilidades y facultades, no solo me resulta un mecanismo desmedido para garantizar el goce de nuestros derechos, sino una estrategia que perpetúa las violencias resultantes de restringir el acceso a los distintos niveles educativos. Someternos varias veces al año, cada año, a competir por los ''mejores'' resultados educativos impide la generación de alianzas colectivas institucionales y no institucionales que nos podrían ayudar a superar las barreras inequitativas que determinan quienes no merecen y quienes si merecen, acceder a los privilegios que otorga la educación crítica, creativa y validada para intervenir en el ejercicio de configurar las políticas del Estado. Esta naturalización de la competencia educativa es la misma naturalización de la violencia, de la desaparición, del desplazamiento, esta naturalización tiene el nombre de la discriminación y mientras no exijamos al ICFES, al MEN y al gobierno nacional que reconozcan y apliquen procesos de acompañamiento educativo que realmente se comprometan con el fomento a la educación (que nada tienen que ver con obligarnos a luchar mutuamente por los mejores puestos) será imposible alcanzar aquella tan añorada y pretendida ''paz'', estable y duradera.
Por todo lo anterior y otros muchos sentires que se me escapan, o que exceden mi capacidad comunicativa, me rehúso a ser cuantificado en mis posibilidades, mutilado en mis capacidades y reducido en mis aprendizajes. Porque al ICFES no le interesa lo que para mí fue importante y transformador durante mi proceso formativo, tampoco le interesa proponerme un diálogo profundo donde aportar con mis saberes al proyecto que se empeñan en imponerme, me opongo a someterme a su juicio para alimentar las cifras de un sistema corrupto, que excluye, lástima y enajena.
Comprendo que en soledad mi acción se ahogaría en un mar de indiferencia, por eso les animo a acompañarme y a encontrar los motivos para disputar desde esta posibilidad de resistencia el plan que ha edificado el mal gobierno, el ICFES y el MEN para valorar nuestra educación.
Finalmente, no quisiera con esto afectar a la institución en la cual me he formado estos últimos años, espero sinceramente, que esta institución sepa reconocer cómo nos afecta seguir haciendo parte de este ejercicio cruel y tome las medidas para exigir al mal gobierno nacional de aquello que llaman Colombia el presupuesto necesario para garantizar, preservar y fomentar la educación a todos los sectores, a todas las personas, indistintamente de lo que puedan contestar en un pequeño pedazo de papel.
Sin ser una evaluación, acá dejé consignada una pequeña parte de los saberes que me ha dejado el proceso universitario. Invito al ICFES a comprender cómo esto les puede decir mucho más que cualquier cuadernillo.