Los demócratas son igual de belicistas que los republicanos. No se puede olvidar cómo el premio nobel de la paz Barack Obama, presidente de Estados Unidos (2009-2017), representando al partido demócrata bombardeó con sus drones (aviones no tripulados) países musulmanes como Somalia, Afganistán, Irak y Afganistán; fue el encargado de la destrucción de Libia, el país más próspero de todo el continente africano, como Estado-Nación; estuvo detrás del vil asesinato del coronel Gadafi; y fue uno de los creadores de la gran mentira de “las primaveras árabes”, que conllevó a que varios países de la región retrocedieran a la edad media (como Siria).
Ahora bien, con la llegada de Donald Trump (representando al partido republicano), las cosas no fueron distintas. Bombardeó Siria, amenazó con matar a Baschar Al-Asad, salió del acuerdo nuclear con la república islámica de Irán y “regaló” Jerusalén a la entidad sionista contra la voluntad de toda la comunidad internacional. Hizo lo mismo con el Golán sirio (algo que no reconoció ningún país del mundo), obligó a varios países árabes-musulmanes (Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Sudán) a firmar un “tratado de paz” con el régimen israelí (traicionando de esa manera la causa palestina, y que gran parte de la población civil de estos países rechazó de manera abierta) y apoyó públicamente la intervención militar de Arabia Saudita en Yemen (vendiéndole todo tipo de armamento a Riad y brindándole apoyo diplomático). Así pues, si es reelegido, su línea de política exterior se mantendrá y solo beneficiará a Israel en sus crímenes contra Palestina.
Con eso claro, hay que recordar que Joe Biden fue vicepresidente de la administración Obama y que si gana las elecciones del 2020 la situación de Asia Occidental y demás regiones similares no cambiará para bien en ningún sentido. Probablemente se retomará el proyecto de balcanización de toda la región: se fragmentará Siria, Irak, Líbano, Turquía, Irán y Pakistán (proyecto al que Donald Trump se opuso, ya que se enfocó en hacer nuevamente “grande América”). Además, teniendo presente que es el candidato de las elites globalistas, el objetivo de los demócratas podría ser crear un nuevo medio oriente, beneficiando a Israel. Por ende, de ganar, podría volver a intentar sacar a Baschar Al-Asad de Siria por los medios que sea, impulsar nuevamente una “revolución de color” en Irán y balcanizar Irak en tres estados (apoyando principalmente a los kurdos para seguir promoviendo la división étnica-religiosa en la región) y balcanizar toda la región en pequeños microestados y provincias.
Y frente a la República Islámica de Irán, el objetivo sería desmantelarla como Estado. Darles independencia a los grupos minoritarios: kurdos, árabes, turcos, baluchis y azeríes. Por eso Irán sabe que no puede permitirse una guerra como la de Nagorno-Karabaj en sus fronteras, porque tiene claro que si Azerbaiyán toma control absoluto de la zona su propio objetivo será el norte de Irán, conformado principalmente por personas de la etnia azerí e incluso las autoridades iraníes. Por esa misma razón, hace unos años se plantearon la posibilidad de trasladar su capital de Teherán al norte, principalmente en la ciudad de Tabriz, para tener un control político de la región. Los demócratas más que ver un cambio de régimen en el país persa, quieren un Irán fragmentado en varios pequeños estados y estarían dispuestos a utilizar la bomba atómica en la república islámica para alcanzar sus objetivos.
Detrás de la falsa ilusión de democracia del país norteamericano, operarían el estado profundo, el lobby sionista y las fuerzas globalistas, que son los que toman realmente las decisiones más importantes en la “democracia más importante del mundo”
Con Trump el mundo árabe-musulmán seguirá sufriendo sanciones económicas asfixiantes y con Biden sufriría una nueva guerra abierta y criminal (probablemente en Irán), como las de Afganistán, Irak y Siria. Sea como sea, tierra santa sufrirá la maldad imperial de un país adicto a la guerra.