Hace unas pocas semanas le dediqué una columna a La Voz Kids. Hoy me siento con el deber de dedicarle otra a La Voz Senior. Y lo siento como un deber porque cada vez estoy más convencido de que se trata de un programa que le hace mucho bien al país.
Para empezar, es divertidísimo. Hay música, hay testimonios de vida, risas, lágrimas, hay inspiración, ternura y amor, hay enseñanzas, hay aprendizaje. Todo esto delicioso.
La Voz Kids nos hace felices porque nos permite apreciar la potencia creadora de nuestro país retratada en la vitalidad con que esos niños despliegan sus canciones, sus risas, sus inteligencias. Cada noche que me senté a disfrutarlos salí con la convicción de que, por más problemas que tengamos, vamos a salir adelante.
Ahora estoy absolutamente sorprendido con La Voz Senior.
Ya había visto otras temporadas de La Voz Kids, que es la de los niños, pero jamás había visto la “Senior” que es la de concursantes mayores de 60 años. No sé si es la primera vez que la hacen o si me la había perdido por esa condición de televidente despistado que me acompañará toda la vida.
Pero hay razones que van más allá que el solo hecho de divertirnos en familia, por las noches, viendo cantar a unos buenos artistas.
He visto salir al escenario a mujeres y hombres de 60, de 70, de 80 y más años. Los he visto salir a cantar tangos y a cantar salsa; también boleros, bambucos, baladas, carrileras, rock. Eso sí, nunca cuanta vaina. De todas maneras, esas son unas generaciones que por más que vayan y vengan en sus gustos, no dejan de conservar unos ciertos parámetros más exigentes de la estética.
Son personas que nos cuentan cómo la vida los ha llevado a trabajar en las más diversas ocupaciones, todos ellos sin perder su fervor irrenunciable por la música y su decisión infatigable de llevar su arte a los públicos más amplios y a los escenarios de luces y galas dados a las estrellas. Así es, podría pensarse que quieren ser estrellas. Pero más que estrellas de la fama quieren ser estrellas del abrazo y de la generosidad. Es una cosa rara que parece toda una contradicción: son personas que quieren ser estrellas en el mundo de hoy a partir de entregarse con una humildad tan solo alcanzable por la madurez que permite el paso de los años.
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Más que estrellas de la fama quieren ser estrellas del abrazo y de la generosidad
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Por eso me parece tan importante que los colombianos veamos La Voz Senior, sobre todo los jóvenes. Porque es clave que nuestra sociedad vuelva a aprender que una de las riquezas más importantes siempre consiste y consistirá en la experiencia, en esa cantidad de maravillas que solo son susceptibles de ser aprendidas y aprehendidas con el paso de los años en la vida del ser humano.
Basta ver a estos hombres y mujeres cantando y bailando y haciendo los comentarios más cautivantes para maravillarnos con todo lo que tienen para darnos, con todo lo que nos entregan.
Cuánto me hierve la sangre al recordar que llevamos desde los años 90 echándolos al basurero del olvido. Aquí nos comimos el embuste de que los únicos que saben algo son los jovencitos, que los únicos que entienden el mundo de hoy son los de la edad del internet. Y miren cómo estamos.
Nosotros somos los únicos estúpidos de la historia que convertimos la experiencia en un estorbo, los años en un lastre humano. Y de la sabiduría, ni hablemos. Ya casi nadie recuerda que algún día existió y que lo mejor de la vida es ir a buscarla como al tesoro más preciado.
Cuando veo cantar a estos “séniors” con su vitalidad desbordante y sus ganas de vivir y de dar, no puedo dejar de pensar en los cientos de miles de otros séniors que llevan frustradas sus vitalidades en la ingeniería o la administración, en la agronomía o en la medicina, en la culinaria o en el magnífico arte de ser buen vecino.
Aquí la gente llega a los cincuenta años y, comenzando por la política y el mundo laboral, los tiramos al rincón de lo desechable. Comienzan a pertenecer a esa categoría dolorosa de los “inempleables”.
No podemos seguir despilfarrando lo mejor de nuestra sociedad. No podemos seguir poniendo a unos muchachitos que no saben ni dónde están parados a manejar lo más importante de las esferas de lo público y lo privado, unas veces porque son los amigos del de turno y otras porque son los nietecitos del dueño de la tienda.
Por lo pronto, no dejemos de deleitarnos viendo La Voz Senior y ojalá, de paso, aprendamos cosas que tenemos que volver a aprender.