“Es tenaz esta esclavitud mes a mes pero bueno. Eso me pasa por no nacer mona, así que tocó” Dice Alejandra Azcárate desde la peluquería al tiempo que se graba en pleno proceso de tinte con su celular y comparte el vídeo a sus mas de 300.000 seguidores en Instagram. Franklin Ramos es el responsable por excelencia del mantenimiento de su rubia cabellera, la cual siempre que se deja ver en público lleva debidamente arreglada, siendo las ondas suaves su peinado predilecto. Esa cabellera que su dueña cortaba sin ayuda alguna luego de que un peluquero francés hiciese estragos en ella, alguna vez fue crespa y castaña. Sin embargo el amarillo es un color que nunca se le ve en zona distinta de su melena, pues en el closet, esta mujer considerada una de las mejores vestidas del país por distintos diseñadores como Kika Rocha, no tiene nada de dicho color. “La moda es la expresión visual de la personalidad”. En su cuerpo se divisan dos tatuajes, ambos son estrellas. Uno en la parte posterior del cuello que se lo hizo por la misma época en que se casó para ver si finalmente algo le duraba pasa siempre, y el otro en la mano izquierda en honor a un ser querido que ya no le acompaña, o al menos, no físicamente.
El primer papel que tuvo Alejandra Azcárate fue el de un árbol a los ocho años. En aquél entonces la pequeña da vida a la escenografía de El Atolondrado, de Molière durante una presentación en el Liceo Francés de Bogotá y al momento de la venia, siente que todos los aplausos del público presente en el auditorio son para ella. Esta niña crece durante la década de los ochenta, misma década en que Verónica Castro y Lucía Méndez se vuelven divas ante cientos de televidentes que noche tras noche las veían fingir sus lágrimas por medio de una pantalla; era la década de Topacio, de Los Ricos También Lloran y de Cristal. Los padres de la pequeña Alejandra –ambos abogados- diariamente tenían que presenciar como la niña cada tarde, al llegar de sus clases de teatro en el colegio, dejaba los libros botados a un lado para sumarse a la multitudinaria lista de televidentes congregados frente a la pantalla. Muy lejos del futuro que los juristas imaginaban para la niña, ella seguía ahí, inmóvil frente a la pantalla soñando que algún día iba a ser ella quien estuviera en esa cajita mágica.
“Olvido con facilidad las caras y los nombres
pero casi nunca las palabras y los momentos”
Tres décadas después, la pequeña de pequeña ya no tiene mucho. Mide 1.78 pero generalmente camina sobre un par de tacones que la dejan midiendo alrededor de 1.90. Tampoco se le escucha pedir un “técito” o un “cafecito” pues odia el diminutivo. En efecto, nada en la vida de esta mujer podría conjugarse en diminutivo; ni sus proyectos, viajes, polémicas, trabajo, y mucho menos las reacciones que despierta entre el público. Cada temporada de su monólogo Descárate con la Azcárate significan seis semanas de lleno total para el teatro de La Castellana, tiene más de dos millones de seguidores en twitter, le encanta escaparse al otro lado del planeta cada vez que puede hacerlo y sus polémicas la han llevado hasta a lidiar con procesos en la fiscalía, e inclusive tolerar amenazas de quemarle la cara con ácido. Sin embargo, tiene la ventaja de entender como pocos el funcionamiento de la industria del entretenimiento por lo cual separa a La Azcárate –El personaje público que construyó desde sus inicios en City TV- de su propia persona, sabiendo así que todo lo anterior es generado por el personaje carente de nombre. Sabe que La Azcárate es un producto en medio de una industria, y como tal no se le ama o se le odia; La Azcárate se consume o no se consume. “No hay público más leal que el que me odia. Leen todo lo que escribo, ven todos mis programas, van a todo lo que presento y saben todo lo que hago”.
Finales de los años noventa. Alejandra va en IX semestre de Derecho en la Universidad de Los Andes y se encuentra perdiendo Obligaciones II. Un buen día, la peor estudiante de la clase saca 4,7 en un parcial. La profesora –La magistrada Marcela Castro- piensa lo peor, y para corroborar su teoría realiza a la estudiante tres preguntas de selección múltiple del examen. La verdad cae por su propio peso, quedando así al descubierto la copia que realizó Alejandra en el examen que a los dos días se convierte en la razón para que sea expulsada tanto de la universidad, como del derecho y de paso del país, pues con tal antecedente ninguna otra institución le recibirá, por lo cual emigra a Estados Unidos para estudiar Ciencia Política y Comunicación. Esa no fue la última vez que un error beneficiaría a esta mujer pues este patrón se repetiría a lo largo de su carrera. Las polémicas que han sido una constante durante su vida profesional nunca han sido buscadas pero siempre han sido incidentales y cada vez que ocurre una por el estilo, no solo la supera sino que todo a su alrededor queda magnificado; se vuelve más odiada, más defendida, más famosa y adquiere mayor relevancia.
“Le tengo pavor a los buffets.
Entre tanto que hay para escoger siempre termino escogiendo lo que como en la casa.
Debe ser por eso que sigo casada”.
Nacida un 3 de marzo del 78 su signo zodiacal es piscis, en cuya representación hay siempre dos peces, indicando una dualidad. Mientras La Azcárate dice en revistas que la virginidad es “el desconocimiento del placer”, Alejandra es una mujer que aguardó hasta los 18 para perderla con el novio de toda la vida hasta el momento, por amor. Nunca ha estado con un solo hombre sin que hubiese una relación de por medio. Va a misa, prende las velitas cada 7 de diciembre, reza tanto en la noche como en el día, y es devota de la Virgen de Guadalupe y del Divino Niño. A Dios no le pide mucho sino que le agradece justamente por no tener mucho que pedirle. Los fines de semana se le puede ver acompañada siempre de su esposo, el publicista Miguell Jaramillo -con quien se casó hace diez años en Playa del Carmen sin invitados ni fiesta alguna- o en su defecto caminando detrás de un par de lentes oscuros por el barrio El Chicó junto a Magola, la Yorkshire sobre la que vierte su instinto maternal desde hace ocho años pues optó por no tener hijos “Soy una víctima de Magola porque sabe que me muero por ella. Se da el lujo de hacer conmigo lo que quiere y en todo le hago caso”. Si tiene algún día libre entre semana, es posible que se dirija temprano al aeropuerto para tomar un vuelo rumbo a Cali, sorprender a su padre y regresarse por la noche.
Es de las pocas personas en el país que no sabe lo que es buscar ayuda para obtener un trabajo pues nunca ha tenido necesidad alguna de hacerlo; a ella todo le ha caído del cielo. Contrario a lo que le decía su padre, el bugueño Gerardo Azcárate, Alejandra es la prueba viviente de que rumbiando se puede conseguir tanto una pareja como un trabajo estable. Así conoció a su actual esposo durante una Feria de Manizales como presentadora de RCN y así mismo sucedió cuando conoció a la persona que le recomendó llevar la hoja de vida a City TV. En 2002 inició como presentadora del canal, luego pasaría a radio –a los 25 años ya dirigía La hora del regreso en la W- y para los 30 tendría una hoja de vida que cualquier periodista envidiaría, habiéndose codeado con personajes como Álvaro García o Julio Sánchez Cristo, abarcando ésta televisión, radio, prensa escrita e inclusive ya había cumplido su sueño de ser actriz, haciendo lo propio en 2006 en la telenovela En los tacones de Eva.
“Entre el juicio y la opinión hay una gran diferencia.
El primero señala y la segunda cuestiona”
Entre sus pocos amigos –asegura que nunca aprendió cómo se hacen- destaca el libretista Fernando Gaitán y también estuvo la desaparecida Lina Marulanda con quien en alguna ocasión celebró un año nuevo en París. Cuando pasó un año de la muerte de la modelo, la familia de ésta dijo en una entrevista que de las dos o tres personas que para entonces todavía se mantenían pendientes, estaba Alejandra. Del resto, su lista de amigos no es muy larga y está conformada en su mayoría por personas que nada tienen que ver con el mundo de la farándula. Solamente ellos, y su familia, son quienes conocen la realidad de esta mujer que en público es una de las figuras más representativas de RCN, canal en donde ha construido la mayor parte de su carrera como comediante, actriz, presentadora, jurado de reality y actualmente junto a Eva Rey en Descárate sin Evadir. Próximamente se le verá en Diomedes como Yuleidis, un personaje popular donde por primera vez saldrá del papel estrato alto característico en su trayectoria actoral.
Cuando estalla el escándalo por su columna en la revista Aló hace tres años, a principios de julio de 2012, había finalizado una temporada de su monólogo Descárate con la Azcárate y tenía una presentación en San Gil, Santander que se convierte en la primera luego del incidente, tan solo un par de semanas después. Cuentan quienes la vieron que en aquella ocasión al terminar el espectáculo tras algo más de una hora, el recinto entero estalla en una sola ovación acompañada de todo tipo de vítores mientras la mujer, con voz entrecortada, agradece al público presente en medio del escándalo del cual es protagonista por esos días. De los muchos aplausos que ha recibido Alejandra Azcárate a lo largo de su carrera ninguno resuena todavía en su cabeza como aquél.
“No me recomiendo.
Tengo pésimas referencias de mí misma”.
Por @enriquecart