Es necesaria una reforma tributaria dicen quienes se encuentran en el gobierno. Y no sé por qué me viene a la mente la avalancha de impuestos en tiempos coloniales: el derecho de aduanas, el impuesto a los empleados de la corona, gravamen a venta de muebles e inmuebles, el pago de los mineros por el oro obtenido, gravamen al consumo de artículos provenientes del exterior, ante el peligro de los piratas, el porcentaje de peso y medida que al comprador se les sustraía, en beneficio de la corona, la apropiación del sueldo de los empleados en tiempos difíciles, el impuesto, cuando la corona concedía algún título a los súbditos, el diezmo… los espolios… la mesada eclesiástica… las vacantes mayores... y, paro de contar.
Entonces vino la independencia y los principios liberales llevaron a una organización de la hacienda pública. Y con el cambio de régimen se entró al mundo de la república que rige hasta el presente. En ese nuevo tándem brotaron los ideales de la libertad, igualdad, propiedad, seguridad y fraternidad como la nueva orientación por la cual la organización de la res pública debía regirse.
Los industriales suelen decir que ellos no deben pagar impuestos, dado que generan empleo, como si los trabajadores no les produjeran la riqueza. Igualmente, los que poseen grandes fortunas tampoco lo hacen, como se puede ver en la declaración de renta en la cual aparece “cero pollitos”. La evasión es muy grande. Pero viene el peor. No hay igualdad en eso de los impuestos porque continúa el privilegio. Así, una de las instituciones que quedó del régimen colonial es la iglesia, no paga impuestos: el predial de los templos. Se dice que la iglesia no debe pagar impuestos, ya que presta muchos servicios como es la educación, salud y ayuda a los pobres. Mas quizá el beneficio que produce la iglesia para el Estado es esa atmósfera de resignación que inculca a los creyentes, tal como lo planteó Miguel Antonio Caro.
Sergio Arboleda escribió en La república en la América española (1867) que la libertad no vino sola, pues trajo de convidada a la igualdad. Así mimso, consideró que la igualdad dio origen a la “terrible revolución social”. No hay, ni puede existir la igualdad individual, ni igualdad social ni igualdad de derechos y deberes. Así la desigualdad mantiene el orden y la armonía social. En cuanto a la libertad, en la América española es una palabra exótica que desvirtúa la república. En realidad, de los principios del liberalismo lo necesario por estas latitudes es la propiedad y la seguridad. Y, en cuanto a la fraternidad, no hay que olvidar que Sergio Arboleda era esclavista, como consta en la historia de la Hacienda Japio (Cauca). Por eso la fraternidad no pasa da ser: ¿q'hubo mano?
Vale considerar si quienes se encuentran como gobernantes en el Estado no tienen otra orientación que la planteada por el “antiilustrado payanés”.