Siempre es tan necesario hacer una reflexión sobre el rol que cumple la juventud de Colombia en pro de construir un mejor país, que ofrezca garantías a sus habitantes. La disertación tiene como objeto reflexionar sobre el lugar que debe asignarse a los jóvenes para que sean verdaderos agentes de cambio y logren impactar significativamente el ámbito social; asimismo, crear conciencia sobre la atípica situación que atraviesa el país con la actual emergencia sanitaria (COVID-19), y sobre todo destacar que han sido los jóvenes los más resilientes en este periodo de contingencia, pues han tenido que adaptarse a nuevas rutinas, soportar angustias, emprender cambios y un sinnúmero de obstáculos que se agregan a los problemas ya existentes.
Para nadie es un secreto que nuestro país Colombia, pese a ser rico en recursos naturales y biodiversidad, es muy pobre en oportunidades; es por ello que los jóvenes entran en escena, puesto que son ellos los encargados de hacer brotar el cambio y las transformaciones. En esta medida es pertinente este escrito, pues, no solo invita, sino que también exhorta a valorar los esfuerzos de los jóvenes en la construcción de una mejor sociedad colombiana, y a exaltarlos para que esos jóvenes que son líderes en su comunidad no se desanimen y, por el contrario, contagien a otros de sus grandes ideas para sobrellevar la pandemia y apostarle al cambio y la trasformación positiva de nuestra amada Colombia.
¿Quién no ha escuchado alguna vez la frase cliché “Los jóvenes son el futuro de nuestro país”, todos, ¿verdad?, o al menos la gran mayoría, alguna vez ha oído estas palabras; pero pocos, en realidad, conocen el trasfondo de las mismas.
Hoy que vivimos tiempos difíciles, no solo ya en el ámbito político y social, sino que además lidiamos con una pandemia, que vino a acabarnos, a destruir lo poco que teníamos o nos quedaba del completo caos que nos representaba desde antes; nos preguntamos cuál es el verdadero significado de esa expresión tan trillada.
Y una de las cosas que encontramos es que se le ha indilgado al joven la tarea de enfrentar acciones que impacten la esfera social; todo esto, porque son los jóvenes esas personas comprometidas que sueñan con comerse el mundo y no se quedan esperando que el mundo se los trague a ellos.
Los jóvenes están conectados con el mundo, gracias a la evolución que nos ha regalado la tecnología y la información, porque han sabido sacar provecho de éstas, porque están a la vanguardia, y ya no tragan entero.
Además, son quienes poseen mentes creativas que diseñan y ambicionan un mundo mejor. Muchos abuelos se quedan con la evocación de sus viejos recuerdos y con la ensoñación de que “Todo tiempo pasado fue mejor” y poco les importa el porvenir de la nueva generación, lo que hace mucho más difícil que el trabajo que emprenden hoy los jóvenes sea reconocido.
Otros viejos sí intentan salirse de su zona de confort, y reconocen que por la evolución que ha tenido el mundo, por cuenta del fácil acceso a las tecnologías de la información y la comunicación, se necesitan mentes frescas, como la de los jóvenes, que procuren generar nuevos y grandes cambios en la administración del mundo. Son los jóvenes la gran esperanza de la humanidad. ¡Por supuesto!, pero casi nadie coadyuba para que esta gran premisa no quede resumida a una “utopía”.
En Colombia ya estábamos mal antes de la pandemia; el desempleo antes de, era el pan de cada día de los colombianos, sin hablar de los problemas de salud mental, de pobreza extrema y desigualdad social que ya se vivían, pero que a raíz de la covid 19 se agudizaron.
Los jóvenes que al menos contaban con un empleo digno para subsistir, fueron despedidos de sus trabajos, incrementando así el número de jóvenes en situación de desasosiego y desempleo. Sin embargo, cabe destacar que muchos también se las ingeniaron para crear nuevos proyectos y emprender nuevas oportunidades.
Se hizo viral el término “emprendedores” porque esta palabra describe bien a los jóvenes, pues, son creativos y empezaron a reinventarse; esto en cuanto a los jóvenes mayores de 18 años, que ya han adquirido responsabilidades, y que necesitan generar recursos para responder por ellas.
Los jóvenes menores de edad se mostraron resilientes, aguerridos, pues, demostraron que tenían la disciplina para sentarse por un lapso de tiempo largo frente a una pantalla para poder recibir sus clases virtuales, al menos esos jóvenes que contaban con un dispositivo para tal fin. Otros tuvieron que prescindir de recibir sus clases, puesto que la pandemia dejó evidenciar la situación de pobreza tan grande que presenta Colombia.
Según el DANE, para julio de 2021 el desempleo juvenil en Colombia llegó a una cifra histórica: De los 10.9 millones de jóvenes que habitan el país (un 21,8 % de la población total) más de tres millones (29,7 %) se encontraban desempleados, siendo la tasa de desocupación femenina la más alta (37,7 % frente a 24,1% en los hombres). El panorama se torna aún más desalentador cuando el 33% de esta población son “Ninis” (ni estudian ni trabajan) y muchas mujeres tampoco son tomadas en cuenta por la tasa de desempleo ya que no solo no tienen trabajo, sino que también, a raíz de la crisis, ya no lo están buscando” (Mayusa, 2021).
A pesar de este panorama desalentador, los jóvenes, que son la población más vulnerable, son la esperanza, representan el cambio, ese que se sueña y se espera. Pese a ser siempre los más golpeados, en los que menos se cree por falta de una supuesta “experticia” son ellos los que hoy salen a marchar, a levantar la voz, a luchar por los derechos de todos los oprimidos, y de los mismos que los oprimen a ellos; son ellos los que día a día se esfuerzan, se endeudan para seguir instruyéndose, porque todavía creen que la educción es el mejor camino, que no hay mejor herencia que esa y que lo único que logrará vencer a la pobreza es la educación, porque no hay conjuros mágicos.
Porque si nos sentamos a llorar, a esperar que sucedan los cambios por arte de magia, nos decepcionaremos porque no van a llegar. Los jóvenes, a pesar de todo, van a seguir en pie de lucha, no van a abandonar el barco, porque saben que al final obtendrán una gran recompensa, que muy seguramente no se traducirá en riqueza, pero sí en la satisfacción de haber diseñado un nuevo estilo de sociedad que aportará a sus ciudadanos una mejor convivencia. La tarea no es fácil, pero será posible.