No hay almuerzo gratis, ¿cómo se lo explico?

No hay almuerzo gratis, ¿cómo se lo explico?

Es con nuestros impuestos, nuestro trabajo, nuestro cansancio, nuestro sudor y nuestra angustia con la que se pagan esos “almuerzos gratis...”

Por: Juan Carlos Camacho Castellanos
diciembre 12, 2024
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No hay almuerzo gratis, ¿cómo se lo explico?

“There Ain´t No Such Thing As A Free Lunch (no hay tal cosa como un almuerzo gratis).”

Robert A. Heinlein

“El pan más sabroso y la comodidad más agradable son los que se ganan con el propio sudor.”

Cesare Cantù

“La primera lección de economía es la escasez: Nunca hay suficiente de nada para satisfacer a todos los que lo quieren. La primera lección de la política es ignorar la primera lección de la economía.”

Thomas Sowell

Uno de los “argumentos” mas frecuentes de los militantes y simpatizantes del progresismo o neoizquierdizmo es que “la educación, la salud, el transporte, los servicios, etc., deben ser gratis” y que es obligación del estado bienhechor proporcionar esos beneficios a cambio de una perruna lealtad a la nomenclatura o al líder bienamado.

Es más, muchos de los neoizquierdistas que parasitan en cargos de elección popular y que disfrutan de groseras prebendas repiten que “todo lo que el estado proporciona es gratis para el pueblo”  y lo han vuelto un dogma de fe pues, al carecer de conocimientos básicos de economía o tener una idea tergiversada de dicha ciencia, creen que la riqueza se crea mágicamente al imprimir billetes y que la idea de volver al paraíso terrenal de mano de ellos es una posibilidad cierta porque, al no estar ellos privados de riqueza, gracias a los inmerecidos salarios que perciben, creen que se puede seguir otorgando subsidios que provienen de ordeñar hasta la saciedad al exiguo erario público nutrido por el saqueo legal de la riqueza que otros producen.

Pero, como parafraseaba Milton Friedman la frase de Robert A. Heinlein que encabeza esta reflexión “no hay almuerzos gratis”, alguien lo termina pagando y, aunque el almuerzo sea parte de una ceremonia de carácter social como la invitación de un familiar a un delicioso lunch dominical es innegable que detrás de dicha actividad hubo un desembolso monetario que, por supuesto, surgió del trabajo y el esfuerzo del anfitrión.

Un sistema educativo, en cualquiera de sus etapas, implica una serie de costos y gastos que deben ser sufragados como, por ejemplo, el salario de los docentes, los gastos de mantenimiento de la infraestructura, el pago hecho al personal administrativo y el costo de los servicios que se requieren para abastecer de electricidad y agua potable a las instalaciones; un sistema de transporte, por otra parte, requiere del pago de emolumentos a los conductores, mecánicos y personal diverso que permite el correcto funcionamiento del sistema sin dejar de lado, por supuesto, que los vehículos e infraestructura vial requieren de constante mantenimiento y renovación.

Pero cuando uno se encuentra a un fanático neoizquierdista e intenta explicarle que nada es gratis, incluso si ellos están estudiando economía en una universidad pagada por nosotros los contribuyentes siguen insistiendo que esos estudios son “gratis” y que todo es gracias a ese cuasi milagroso estado benefactor y a la gracia del líder intergaláctico.

El neoizquierdista y el parásito del Estado viven a costa del trabajo duro de todos los que se levantan antes del alba y se derrumban agotados mucho después de que cae la noche; disfrutan del subsidio o del opíparo sueldo gracias a que alguien arriesga su capital y su tranquilidad para crear y dirigir una empresa, disfrutan de una eterna e inmerecida holganza mientras otros desembolsan de sus ingresos impuestos varios que implican que gran parte del año trabajan para nutrir al estado bienhechor, al estado promotor de la vagancia, al estado parasitario e incompetente.

Es así como el Estado o el Gobierno se incrustan en el ciclo económico y comienzan, cual Drácula de pacotilla, a “desangrar” al empresario y al trabajador que paradójicamente dicen defender, para dar esa infinita caridad que suple al “almuerzo gratis” propuesto por Robert A. Heinlein y puesto de moda por el Nóbel de Economía Milton Friedman.

Así, además, el contribuyente termina pagando la cumbiamba que promociona el alcalde de turno, la (in) cultura callejera que grafitea impunemente el espacio público, al sinvergüenza que no paga el pasaje en el sistema de transporte, el lujo y confort del parásito coronado cada cuatro, cinco o seis años como “presidente”, los viáticos inmerecidos por el congresista o las bacanales secretas del ministro o secretario del poder.

Es con nuestros impuestos, nuestro trabajo, nuestro cansancio, nuestro sudor y nuestra angustia con la que se pagan esos “almuerzos gratis” y, lo peor, es que seguiremos alimentando a esa casta que nos desangra mientras no entendamos que el Estado, el Gobierno debe estar subordinado a nuestros intereses comunes que debe ser la búsqueda de una mejor calidad de vida de sus empleadores, es decir nosotros, aquellos que con nuestro trabajo financiamos su existencia.

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