En la campaña presidencial, Duque dijo que no haría reforma tributaria; esta es la segunda o tercera ocasión en la que incumple la palabra dada a los colombianos que, mal que bien, votaron por él.
El presidente no tiene en cuenta que los colombianos están más pobres que los ciudadanos del resto de países latinoamericanos, ni mucho menos que una reforma tributaria ocasionará que millones no puedan comprar los productos alimentarios debido a las alzas tan graves que tendrán esos mismos productos.
No basta con que la pandemia del COVID-19 haya empobrecido hasta la miseria a muchos connacionales y que estén en una situación crítica en la que se han ampliado los niveles de delincuencia... esto no es una excusa para desquitarse con quienes no tienen la culpa de lo que le ocurre a muchos colombianos.
La culpa es de Duque, un presidente que no hace nada por el país y que solo habla con su pueblo a través de la televisión, todos los días, sobre el tema de la pandemia y las restricciones ordenadas por su gobierno.
Impresiona ver que ha hecho de Colombia un lugar de masacres, de corrupción, de mermelada, de amiguismo y que compra aviones de guerra que no necesitamos, camionetas blindadas, y que gasta en sus caprichos el erario nacional, pudiendo apoyar a las familias en crisis.
Dice que ha gastado billones en apoyo de la población, pero eso no es cierto: $160.000 pesos por familia no llegan a los billones que él declara. Y ahora viene con su dichosa reforma tributaria a empobrecer más a la gente, a los que, como él, son colombianos. Lo cierto es que no ha habido peor presidente en el país.