Hago parte del grupo de ciudadanos que no vamos a extrañar el gobierno de Juan Manuel Santos. Defendí el proceso de paz con las Farc desde el día uno y hasta la actualidad. Pero eso no puede ocultar el negativo balance económico y social de su gobierno.
El propio presidente reconoció que nunca había traicionado a Uribe, porque los 3 huevitos hoy eran unos “gallos de pelea”. De esta forma, Santos siguió la misma orientación de Uribe; Uribe ahora es amiguísimo de Pastrana; Samper y Santos se volvieron aliados; Gaviria ayudó a elegir a Santos y actualmente Gaviria, Pastrana, y Uribe están con Duque. Es decir, el árbol genealógico de la “compinchería” está ¡intacto!
En el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014, se afirmaba que “si el país continúa haciendo lo que siempre ha hecho, obtendrá los mismos resultados que siempre ha obtenido”. La premonición no podía ser más acertada. Durante los ocho años de este gobierno se profundizó la dependencia en la extracción y exportación de recursos naturales, aupada por la confianza inversionista que contagió otra vez de enfermedad holandesa, afectando la producción agrícola e industrial, reafirmando la condición de rebuscadores en lo laboral y revendedores en lo comercial, por cuenta de las importaciones masivas. Como consecuencia, la estructura tributaria se hizo más regresiva con las cuatro reformas tributarias de Santos, acompañada de un gasto público caracterizado por la ineficiencia y corrupción.
La estructura tributaria se hizo más regresiva con cuatro reformas tributarias,
acompañada de un gasto público
caracterizado por la ineficiencia y corrupción.
Las cifras oficiales son contundentes, aunque la maquinaria publicitaria del establecimiento opere con engaños. La economía creció 3,8 % en promedio durante el gobierno de Santos, 0,3 puntos porcentuales menos que en los ocho años anteriores. El pilar fundamental fue la construcción y la intermediación financiera, mientras que la agricultura creció la mitad que estos sectores y la industria una cuarta parte menos. En un país dotado de todos los factores de producción, lo que más logró producir Santos fueron TES.
La dependencia del petróleo siguió pesando casi 10 % de los ingresos del gobierno, el gasto en inversión cayó un punto porcentual en participación con relación al global y el de funcionamiento creció cuatro puntos porcentuales. Claramente el Estado colombiano no es intervencionista, sino comisionista de señalados negocios particulares, especialmente de los de los grandes conglomerados financieros nacionales e internacionales.
En consecuencia, el 90 % de los nuevos ocupados están en el sector servicios, de los cuales el 49 % lo hicieron en los sectores en donde la informalidad es en promedio de 63 %. No es raro entonces, como afirma Anif, que, si se toman la cifras de cotizantes a pensiones en un año, tan solo sea de 15 %. La bomba social que deja Santos es muy peligrosa, porque logró una aparente reducción de la pobreza a punta de asistencialismo enmermelado. Pero, según Oxfam, cerca de 16 millones de colombianos están en riesgo de caer nuevamente en la pobreza, a falta de actividades productivas y empleo de calidad.
Con el gobierno de Santos se dio un giro más a la tuerca del modelo fallido de dependencia del capital y las mercancías extranjeras. Los absurdos económicos no son una equivocación, sino parte del plan: i) hay más de 10 millones de hectáreas de tierra cultivable en rastrojos, al tiempo que se importan 14 millones de toneladas de alimentos. ii) Los TLC quiebran a los industriales y lanzan trabajadores al rebusque, que después son perseguidos policialmente por ocupar el espacio público para vender las mercancías importadas por estos acuerdos. iii) El petróleo se exporta crudo y se importan USD 3700 millones en combustibles, por la negativa a modernizar las refinerías.
Mientras se siga la misma lógica fracasada, el desarrollo será cada vez más ajeno. La bomba social sigue creciendo.
Twitter: @mariovalencia01