Si bien ya no se puede retirar el proyecto de reforma tributaria, pues los tiempos no dan, debemos entender que esto dejó de ser un debate técnico y se convirtió en uno proselitista y populista. Un punto de honor para todos los sectores.
Permítame explicarme. Ese gesto de no conciliar cuando se podía, una narrativa arrogante y despistada de por parte de funcionarios "todo poderosos"; pero, sobre todo, ese gesto de permitir que otros argumenten en nombre del gobierno hizo de la reforma un hecho proselitista y no uno técnico.
Una lástima, pues, como lo dijo el presidente y lo comparto, la reforma se requiere. Lo que no comparto es el destino de los recursos. Y eso me lleva al motivo de la presente.
La contabilidad del Estado, en términos generales, es algo sencillo de entender: fuentes y destinos, hasta ahí todo normal. El problema aquí es en dónde están enfocando el debate y la narrativa.
Como fuentes, dejaron crecer y consolidar la idea de que serian las clases medias y bajas, quienes llevarían a sus cuestas la nueva carga y como destinos argumentan una “transformación social”; que, en mi opinión, no es otra cosa que una oda al asistencialismo. Es profundizar aún más el grave problema que ya viene rodando desde la creación de Familias en Acción (1999).
Lo expuso el presidente hace unos días en entrevista con Vicky Dávila, cuando habló de los seis puntos que hacen de esta reforma, una verdadera “transformación social”. Permítame recordarles:
1. Ingreso solidario para 5 millones de hogares, 18 millones de colombianos con una transferencia mensual; 2. Devolución del IVA a 4 millones de familias; 3. Mantener el PAEF, subsidiado el 50% del salario mínimo de 3.4 millones de trabajadores; 4. Gratuidad educativa para la universidad; 5. Mantener la baja carga de impuestos a la micro y pequeñas empresas; 6. Subsidio al pago de la seguridad social para empresas que contraten jóvenes y mujeres de 18 a 28 años por 5 años.
Exceptuando el punto de la educación gratuita, el resto son subsidios. Me dirán que los tiempos los ameritan y que son medidas transitorias, permítame ser escéptico. Algo que recuerdo muy bien de mi profesor de política monetaria fue el Efecto Ratchet y no creo que deba gastar líneas explicándolo, el 4x1000 y el impuesto a la riqueza hablan solos.
La gente ya no quiere, pues no necesita, trabajar; con los subsidios les basta. Por eso y más, el asistencialismo es un arma de doble filo, un arma peligrosa que solo un populista sabe manejar y solo un genio de las finanzas públicas puede sostener, yo no veo a nuestro presidente como un populista, lo veía más como un estadista. A lo sumo trató de serlo.
Ahora bien, el problema persiste. De dónde sacamos los “veintitantos” billones de pesos que necesitamos urgentemente. Pues bien, eso me lleva nuevamente a los destinos. ¿En qué nos vamos a gastar esos billones? Subsidios, burocracia, corrupción y operación del Estado…
Me decía un amigo recientemente “recuerde a Keynes”, yo le decía ¡claro! En momentos como estos deberá ser el estado quien entre a reactivar la economía, pero también le decía, y con esto me remito a mi formación como economista, que el rol de estado bajo el modelo keynesiano no puede ser actuar como "motor absoluto" de la economía.
El modelo keynesiano supone que el estado actúe en momentos de crisis, como un motor de arranque; un actor que irrigue flujo al aparato productivo; un jugador que cree los escenarios para que el aparato productivo opere.
Nunca en todos sus textos, Keynes advierte que el Estado deba serlo todo. De hecho, en su obra Teoría general del empleo, el interés y el dinero supone que, en efecto, a partir de la política fiscal se puede estimular la demanda agregada y de esta forma gracias al “efecto multiplicador” reacciona la oferta agregada, por ende, el aparato económico en general se deberá activar.
Sin embargo, surge la pregunta: ¿cuál aparato, si este está al borde del colapso?
Esta reforma implica para Colombia muchas cosas. Pero en mi opinión la más compleja será que consolida el asistencialismo como modelo estatal y esa será la espada de Damocles del ejecutivo, con la cual los populistas doblegarán la voluntad general, haciéndose al control del Estado. Ya pasó en Venezuela.
El presidente no puede seguir de jefe de debate del socialismo bolivariano, no le hagamos las cosas más fáciles a Petro. Ya lo vieron en las marchas de esta semana, el señor tiró la piedra y escondió la mano (desde Francia dicen), así mismo llegará a la presidencia, apalancado en idiotas útiles, algunos de ellos con fuero presidencial.
El país arde y arde por cuenta del populismo, el asistencialismo, la apatía, el vandalismo, la corrupción y otros males profundos que se están tomando el país. Me pregunto entonces: ¿quién va a salvar la patria?
¿Usted? ¿Yo? ¿Él?