Este lunes 9 de marzo conmemoramos los 30 años de haber firmado la paz entre el M-19 y el gobierno del presidente Barco.
A propósito de este acontecimiento, he leído y escuchado distintas entrevistas, entre ellas una que le concedió Antonio Navarro a Gustavo Gómez en su noticiero de las mañanas en Caracol.
La entrevista fue buena y seria, como las cosas que hace Antonio, y sus relatos sobre las consideraciones que hicimos en aquellas negociaciones de paz fueron muy interesantes. Sólo que me dejó pensando su respuesta cuando le preguntaron por el proceso de las Farc, a lo que contestó: “Las Farc fue una guerrilla históricamente más grande y más sólida, más numerosa de la historia de Colombia y lograr que firmara un acuerdo de paz fue un hecho muy importante”(sic).
La verdad, el planteamiento hubiera podido pasarme inadvertido en la medida en que esa es una afirmación que hizo carrera y es muy usual que los periodistas y los políticos intenten exaltar los acuerdos con las Farc repitiendo, como cotorras, que las Farc fueron la guerrilla más grande e importante de la historia de Colombia, y que por lo tanto su proceso de paz también es el proceso de paz más importante de la historia de Colombia.
Muy seguramente, si el planteamiento lo hubiera escuchado en boca de cualquier otro, no le hubiera parado bolas. Pero en cabeza de Antonio, una apreciación suya puede ser tenida como referencia importante a la hora de ir construyendo la versión de nuestra paz en clave de historia. Como vemos, han pasado los años y esta discusión va más allá de las refriegas cotidianas de la política y ya comienza a formar parte de la historia de nuestro país.
Pienso que pocas cosas son tan importantes como ir elaborando la mejor versión de nuestra historia a fin de poder entregarles a las nuevas y futuras generaciones el mejor compendio de enseñanzas posible. De enseñanzas sobre el país que nos tocó, en el que hemos vivido, soñado y sufrido, y naturalmente, de la manera más honrada, entregarles también las reflexiones sobre nuestros grandes errores y aciertos, porque también los hubo.
Después de reflexionar sobre la respuesta de Antonio, me reafirmo en que no comparto que las Farc hayan sido la guerrilla más importante o, como lo dijo Antonio: “una guerrilla históricamente más grande y más sólida”.
Claro está, todo depende de lo entendamos por “grande” y por “sólido”. Si la grandeza y la solidez las determinan el número de armas y guerrilleros, pues sí, entonces no habría discusión, las Farc pasarían como la guerrilla más importante de la historia de Colombia; pero si ligamos estos conceptos a la política, a las consecuencias históricas de los procesos de paz o al significado político y el apoyo social que hayan tenido estas organizaciones en sus respectivos momentos, entonces allí sí estaríamos obligados a reformular la apreciación.
Si medimos, por ejemplo, la capacidad de tomar iniciativas que se hayan materializado históricamente, no está de más recordar que la misma propuesta de buscarle salidas negociadas al conflicto, es decir, la propuesta de la paz negociada como propuesta política, fue una iniciativa del M-19 desde la toma de la Embajada de la República Dominicana en 1980. Fue después de mucho criticarnos y señalarnos de traidores que las Farc se subieron al bus de las negociaciones hasta que por fin firmaron con un retraso de 25 años respecto de nosotros.
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La paz del M-19 aterrizó históricamente en una constituyente y en una nueva Constitución mientras la de las Farc en una JEP en la que muy pocos creen
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Si miramos, por ejemplo, que la paz del M-19 aterrizó históricamente en una constituyente y en una nueva Constitución mientras la de las Farc en una JEP en la que muy pocos creen, pues también tendríamos que repensarlo.
Si miramos, por ejemplo, que la llegada del M-19 a la política significó superar, históricamente, el modelo bipartidista del Frente Nacional y amaneció, por fin, una democracia verdaderamente pluralista en Colombia, podemos ver, entonces, que la paz del M-19 representó, para la sociedad, transformaciones importantes, mucho más allá de haber parado una violencia.
Si miramos, por ejemplo, que cuando el M-19 salió a las elecciones de la constituyente sacamos casi un millón de votos de hace 30 años, habiéndole ganado en número de votos a todos los partidos que compitieron. Algo absolutamente incomparable con los 50.000 votos que sacaron las Farc para el Congreso de la República en 2018.
En fin, podría hacer un inventario inagotable de diferencias entre el M-19 y las Farc y entre la importancia histórica verificable entre una y otra experiencias, pero hacerlo se saldría de los alcances limitados de una columna como ésta.
Además de que estoy convencido de que esta discusión no tiene ninguna importancia política presente. Tan sencillo como que el M-19 ya no existe y como que las Farc tienen muy poca importancia política actual.
Solo que este tipo de consideraciones comienzan ya, por tiempo, a formar parte de las elaboraciones de la historia de Colombia. Y esto sí es importante.
La historia que estudiarán nuestros nietos tendrá que ver con esto, y estamos obligados a contarles la verdad.
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