No está Egan, pero siete jóvenes colombianos se pelean el Giro de Italia

No está Egan, pero siete jóvenes colombianos se pelean el Giro de Italia

Los escarabajos que están en la carrera son promesas del ciclismo nacidas en distintas regiones del país

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mayo 10, 2019
No está Egan, pero siete jóvenes colombianos se pelean el Giro de Italia

Decir que “un colombiano va a ganar el Giro d’Italia” habría sido, hasta hace unos años, un deseo ingenuo de algún ciclista aficionado. La frase solo podría venir de una conversación entre ciclistas porque el público general no sabía nada en especial del Giro d’Italia.

Ni siquiera en la época de oro anterior del ciclismo colombiano, la de Lucho Herrera y compañía, el Giro tuvo mayor importancia. Las grandes conquistas de esa generación fueron, principalmente, en el Tour de Francia y en la Vuelta a España. Los tiempos han cambiado.

Este fin de semana empieza el Giro y, poco a poco, se empieza a conversar en las calles de lo que se viene. Caracol TV, que únicamente pone el ojo en las posibles grandes audiencias, transmitirá toda la carrera. Algo impensable hace unos años, en la época del ciclista aficionado e ingenuo.

Vale la pena repasar qué fue lo que pasó, qué se viene este año, no tanto por el ciclismo, sino por algo más importante, la construcción de la identidad de la nación colombiana.

El año de quiebre fue el 2013. Rigoberto Urán, el escarabajo punta de lanza de la reconquista de Europa en el siglo XXI, quedaría ese año de segundo, después de Vincenzo Nibali, el Tiburón de Messina, uno de los grandes de la historia, ganador de Giro, Tour y Vuelta. Urán había llegado a ese Giro como gregario de Bradley Wiggins que se retiraba temprano.

Con el llamado de atención de Urán, que logró poner el ciclismo colombiano en el radar del viejo continente, vino otro gran golpe. El Cóndor de los Andes, el inmenso Nairo Quintana, con 23 años, añitos en realidad, daría espectáculo en la montaña del Tour de Francia 2013 y subiría al segundo lugar del podio detrás de inglés nacido en Kenia, Chris Froome, otro de los grandes de la historia. Cómbita y Nairobi, unidas por el ciclismo.

Empezaban los trazos de la redefinición de la identidad colombiana. Jóvenes, con vidas parecidas a las de cualquier otro, alzaban alto la bandera del país. Uno, el antioqueño, hijo de la violencia y la pujanza paisa, víctima del conflicto. El otro, el boyacense, hijo de campesinos hijos de indígenas, pujante y tenaz. Unos referentes nuevos, un modelo para una juventud que no ha tenido casi ninguno.

Quedaba la duda entonces de la profundidad del quiebre. El ciclismo es deporte ingrato, lleno de caídas, incertidumbre, relativamente poca financiación y con la sombra larga del dopaje.

Pues resultó un quiebre tan profundo que rompió en dos la historia del ciclismo colombiano y, todavía no sabemos, a lo mejor la historia de Colombia, esa es la hipótesis de la columna. Vino el 2014 y entonces Nairo ganaría el Giro d’ Italia, lo impensable. Tras una movida, en su momento polémica, le quitaba la Maglia Rosa de líder a Urán y conducía con elegancia al Movistar a la victoria final.

La conquista colombiana de Europa, a la inversa y 500 años después, fue total y conmovedora. Julián Arredondo, hoy prematuramente retirado por lesión, nacido en Ciudad Bolívar lindo pueblo antioqueño, ganó la clasificación de la montaña. El Team Colombia, experimento relativamente fallido, dio brega en varias etapas. Queda en la memoria la imagen los colombianos conquistando las nieves italianas en varias etapas. En un vídeo promocional, algo de esas imágenes resultan en un recorrido emocionante.

Desde entonces la historia es más conocida. Urán y Quintana, principalmente, abrieron un nuevo camino y lograron capturar la emoción de millones de colombianos. Ese espacio en la construcción social solo ha sido ocupado en tal dimensión por el fútbol y, en negativo, por las grandes tragedias del conflicto del país.

A lo mejor Juan Pablo Montoya se acercó, brevemente, cuando llegó a la Formula 1. Es difícil unir en torno a algo a un país quebrado geográfica y culturalmente sin un relato común fuerte. Y es un problema porque la falta de una narrativa colombiana resulta en un país que es presa fácil de relatos que acuden a emociones primarias, la rabia y el miedo.

Llegaron Esteban Chaves y Miguel Angel López, liderando una segunda ola, e inmediatamente después, Fernando Gaviria y Egan Bernal. Es imposible hacer el listado completo porque pasamos de tener un puñado de ciclistas corriendo en Europa hace una década a tener decenas de ciclistas corriendo y ganando en todo el mundo.

El Giro del 2017 sería ocasión de otro cambio fundamental en la historia de nuestro ciclismo. Gaviria, de La Ceja Antioquia, ganaría cuatro (4!) etapas en embalajes y se llevaría la Maglia Ciclamino, la de los puntos. El país, anclado en la pobreza, en su guerra y en algún lugar al sur de Estados Unidos, que producía algunos buenos escaladores para etapas de montaña pasaría a ser Colombia, potencia mundial en todos los terrenos.

Una nueva identidad. Un colombiano ganando en embalajes planos, una gran novedad. El modelo Gaviria creaba inmediatamente otro grupo de embaladores colombianos: Alvaro Hodeg, de Montería, Córdoba, Nelson Soto, de Barranquilla, Atlántico, Sebastián Molano, de Paipa, Boyacá.

La fuerza del modelo y el ejemplo, el origen de la verdadera revolución, el alumno que supera al maestro. Talentos y más talentos en todos los terrenos y, decía, lo más importante, de todas las regiones. Desde el Caribe hasta el Sur, claro, que de ahí vino el de Túquerres, Nariño, Darwin El Puma Atapuma.

Trazando entonces, de manera invisible, lazos entre habitantes de lugares con nada en común salvo algún dolor, estos jóvenes ciclistas, a pulso y sudor, unen un país. Ay del que piense que es un deporte, no más.

En el 2019, otro ciclista colombiano iba a ganar el Giro d’Italia, el de Zipaquirá, Cundinamarca, Egan Bernal. De fina estampa, con 60 kilos en 1.74 metros, Bernal, sin temor a equivocarme, es el mayor talento que ha nacido en esta patria que llamaban boba.

Inmenso escalador, contrarelojero cada vez mejor y, sobre todo, con dotes inusuales de líder desde que empezó su carrera. Sencillo pero firme. Apenas llegó al Sky, el equipo más rico e importante de la última década, de ingleses, Bernal daba entrevistas en inglés. Sin ningún complejo, mirando alto y de frente a la cámara. En el Tour de Francia de 2018, en varias etapas de montaña, venía sobrado de lote y, en todas, esperó a sus líderes Froome y Thomas. Humilde, al final de sus exhibiciones, sin asomo de molestia, se mostraba orgulloso de aprender y de servir a los mayores. Ese carácter de Bernal no se estudia y, difícilmente, se aprende.

Pero el ciclismo es eso, las caídas. Son varias las que carga ya Egan, la última, la más dolorosa. Entrenando la semana pasada se rompió la clavícula y debió retirarse antes de empezar.

Habían armado un equipo a su medida y a los 22 años, añitos, después de dominar ampliamente la París-Niza, iba a liderar el Team Ineos (ex-Sky) en Italia. No será esta vez. El que monta en bicicleta se ha caído y el que es ciclista se para y se vuelve a montar. Esperaremos a Egan que se lo merece. Un capo excepcional, ciclista de quilates.

La retirada de Egan no es la retirada de Colombia. Quedan, al momento de escribir esta nota, 7 compatriotas inscritos: Flórez (Bogotá- equipo Androni), López (Pesca, Boyacá-Astana), Chaves (Bogotá-Mitchelton), Sosa (Pasca, Cundinamarca- Ineos), Henao (Rionegro-Antioquia, Ineos), Gaviria (La Ceja, Antioquia- UAE Emirates), Molano (Paipa, Boyacá- UAE Emirates).

Cada uno de ellos va con una historia a cuestas y un objetivo claro. No suelen durar muchos los objetivos predefinidos en el ciclismo, vean a Egan, pero vale la pena hablar de algunos de ellos. Miguel Angel López va a ganar el Giro d’Italia. Ya fue tercero el año pasado en esa prueba y en la Vuelta a España. Ha dado muestras de clase y coraje, lleva al mejor equipo según todos los expertos.

Dependerá su opción final al título de cómo sortee las tres etapas de contrarreloj su única debilidad relativa. Fernando Gaviria va con la esperanza de repetir la hazaña de 2017 y de derrotar a uno de sus grandes rivales este año, Elia Viviani que lidera su antiguo equipo, el Deceuninck Quick Step.

El Chavito de Rosa va como ayudante del gran favorito, Simon Yates, pero tengo fe de que va a ir mucho más allá y recuperará la forma que le conocimos. Callado y el más tímido de todos, Iván Sosa, que llega de carambola por la lesión de Bernal, creo será la gran sorpresa. Sospecho que terminará siendo el líder del Ineos.

Esta nota es un homenaje a esta camada de ciclistas. Representan lo mejor de Colombia y, más importante, de los colombianos. Hijos de su esfuerzo, en algunos casos con ayuda estatal y privada en otras esencialmente solos, combativos y perseverantes que es el único camino para llegar en dónde están en el ciclismo, han llegado a lo más alto de su campo.

Sin proponérselo, además, han lograr construir en Colombia la nación como una comunidad imaginada, idea esa de Benedict Anderson, la nación, una “construcción social, imaginada por las personas que se perciben a sí mismas como parte de ese grupo”. Es cuando veo a estos pelados que me imagino colombiano y me siento orgulloso de eso. Por eso, estaré siempre agradecido. ¡A por Italia, escarabajos!

 

 

 

 

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