El primer año del mandatario Iván Duque llega a su fin con aires de decepción e inconformidad. La nueva generación que buscaría renovar la clase política tradicional hoy se hunde en un pantanoso lago de proyectos cuestionados, ideas poco innovadoras y políticas uribistas.
Es un año marcado por el aumento desproporcional de asesinatos a Líderes Sociales, por el pésimo manejo de temas como: La implementación del acuerdo de paz, la migración masiva de venezolanos al país, el aumento en la tasa de desempleo (9,4%), las políticas anticorrupción, entre otros. Además, es imperativo recordar algunas de las jugaditas que nos ha dejado en este primer año, entre las que se destacan: la Ley de Financiamiento, el Plan Nacional de Desarrollo y la Ley TIC.
Sin duda el presidente Duque y su inexperto grupo de ministros nos dejan un panorama poco alentador, donde la falta de mayorías en el Congreso, los constantes cuestionamientos por parte de la opinión pública, la poca popularidad entre los ciudadanos y los constantes pronunciamientos de los medios internacionales ponen en la mesa a un gobierno ineficaz y mentiroso, que solo busca dejar en el país una estela de desastre y polarización muy parecido al gobierno del presidente eterno.
Solo queda esperar que el presidente Iván Duque entienda que, para empezar a ser un buen mandatario, lo mejor es respetar la oposición, tener un ministerio preparado, alejarse del fantasma del uribismo, atender los problemas de fondo y no de forma, para que así por lo menos en estos tres años que le quedan deje de ser el presidente que no es presidente.