Alto, silencioso, con pinta de extranjero, Roberto Londoño Uribe estuvo presente en el Festival Internacional de Arte sin Fronteras por la Paz de Colombia realizado en Pitalito, departamento del Huila. Detrás de su silencio habita un gran ser humano, sencillo, sensible, comprometido con lo que hace.
Activo y solidario con el evento, asistió puntual a cada una de las actividades programadas para decir presente con su mensaje a favor de la paz.
Indagamos por la experiencia vivida, por su sentir durante el desarrollo del festival y esto fue lo que nos dijo: “Este es un evento muy enriquecedor, ya que desde aquí hemos enviado un mensaje a toda la sociedad de la necesidad de que construyamos la paz para nuestro país para que de una vez y para siempre dejemos de vivir tantas adversidades y mezquindades que a diario se ven, en donde prima la falta de solidaridad pues cada cual hace por lo suyo, en lugar de trabajar en un colectivo pensando en el crecimiento para todos”.
Sobre lo que trajo al festival para mostrarle al público Roberto contó: “Yo traje un óleo de una paloma y un ramo de olivo, alegoría a la paz, pues es el tema más icónico para representarla, pues es bíblica en la investigación que yo hice. La hice de una forma casi abstracta para que fuera otra propuesta diferente con movimiento, expresión, etc. Con ella quise enviar el mensaje de paz que requerimos pues todavía vemos gente que no está consciente de la necesidad de paz, pero la mayoría creemos que es necesario que cambie esta situación”.
Si a usted le dijeran: ¿para qué sirve el arte, cuál sería su respuesta?
“El arte, soy un convencido de la máxima que dice: “el arte no es para hacer artistas sino para mover conciencias”, para enviar mensajes que mejoren la vida de las personas. Nosotros debemos hacernos preguntas y tratar de resolverlas por medio de las expresiones artísticas: iconografías, dibujos, pinturas, etc. Así como otras personas se expresan con la palabra, otros por medio de los escritos, nosotros los artistas visuales nos expresamos por medio del color. Y no es para hacer arte complaciente, que agrade, sino más bien de generar este tipo de mensajes que realmente los está requiriendo el país”.
A propósito, maestro, ¿cómo llega al arte?, ¿cómo se encuentra con este quehacer que ha convertido en su oficio?
Desde muy sardino me ha gustado el arte. Cuando empecé a estudiar en la universidad deje de lado estas expresiones artísticas.
Estando trabajando en lugares alejados de las ciudades, alguna vez me puse a pensar que siempre me había gustado pintar y porque no retomaba esa tarea y efectivamente comencé a tomar apuntes en cuadernos y a trabajar con lápiz que era lo que tenía a mano, pero notaba que no me funcionaba muy bien y decidí meterle un poco de academia.
Encontré en Neiva al maestro Arturo Flórez y empecé a trabajar bajo su tutela y comencé a notar que me funcionaba más lo que quería expresar con el arte. Luego para complementar he estudiado otras técnicas: aerografía, con el maestro Ignacio Otero de Argentina, y últimamente he estado trabajando con algunos artistas peruanos: Leónidas Zabaleta, Tadeo Zavaleta, con el fin de mejorar la técnica, expresión, color y lograr mejorar en el oficio.
¿Qué desea a futuro?
Uno de mis sueños es lograr hacer un mural y sé que en un momento de mi vida se tiene que dar, por eso me parece que el taller que nos dictó Ernesto Ríos ha sido muy enriquecedor.
Yo he participado en varias exposiciones colectivas y he recibido muy buenos comentarios. Este año realicé dos exposiciones individuales, una la llamé Permanencia, que fueron 40 torsos femeninos. Con ello busqué expresar las diferentes problemáticas que aquejan a las mujeres actualmente: machismo, acoso, violencia, etcétera, que tuvo muy buenos comentarios.
Posteriormente colgué la exposición, también individual, Danzas de colores. Esta era de formato un poco más grande y fue muy bien acogida por los críticos y el público. Esto me ha atrapado pues me gusta pintar, me siento bien haciéndolo, me relajo, me abstraigo de esta cotidianidad tan azarosa a veces en la que vivimos, y me entretiene y divierte sobremanera.
¿Qué le deja este festival a usted y que cree que recibió la gente que asistió a él?
Pues primero me deja una gran amistad con el resto de compañeros, relaciones de identidad que le permiten a uno entender que no está solo en este quehacer y que no solo en Colombia sino a nivel internacional, hay excelentes personas de gran calidad humana trabajando en el arte. Queda también el aprendizaje y el compartir experiencias con los demás participantes.
Creo que le dejo a la ciudad mi aporte con la obra, mi solidaridad con el propósito de paz y mi pequeña participación en la elaboración del mural que le queda a la ciudad.
El arte tiene que ser pasión, porque si se trabaja pensando en lo comercial esto aburre, he visto a muchos pintores en ese proceso de aburrimiento porque no consiguen dinero con lo que hacen. Hay que hacer arte porque a uno le gusta, porque le llena el alma, porque me da satisfacción hacerlo. Cualquier cosa que exprese por medio de la pintura me hace feliz.