Entre nosotros no es tan grave el abuso de quienes detentan el poder económico como el de quienes compiten por el poder político.
Desde el punto de vista de la generación de riqueza no necesariamente tiene sentido impedir que ésta se concentre. De todas maneras el consumo real y final de cualquier individuo se vuelve parte del consumo total de la sociedad (contribuyendo a la demanda agregada); y, siempre y cuando éste invertido (y los ricos no guardan la plata debajo del colchón), cumple la función social de contribuir al aumento de la capacidad productiva y a la generación de empleo.
Lo que sucede es que si funcionalmente para la economía la concentración de la riqueza en manos privadas no es en sí algo indeseable, sí lo es la concentración de poder que la acompaña. Bien conocido es el aforismo de que ‘el poder corrompe y el poder absoluto corrompe en forma absoluta’; el poder está por su naturaleza misma al servicio del egoísmo, y muy pero muy escasas son las personas que entienden o buscan el poder como medio para expandir un propósito altruista. Por el contrario, los espíritus altruistas -que se encausan por ejemplo y en general en las religiones- se caracterizan casi siempre por el desprendimiento y la austeridad, no por la ambición de poder (la Iglesia católica puede ser un caso particular por cuanto exige el desprendimiento de sus fieles y pastores, pero como institución se convirtió históricamente en el centro de poder más grande que ha existido; por eso el surgimiento de todo el protestantismo).
Lo característico y natural es que, como poder potencial que es, el que da la riqueza se formalice y se convierta en poder político , en la medida que el poder político es -en principio- el que gobierna los paises.
Así en todas partes la política es un negocio, y el poder político la mercancía que se vende y se compra como en cualquier mercado. Por supuesto en unos países más que en otros.
Por ejemplo Putin ha logrado gobernar en forma absoluta porque les dijo a los ‘oligarcas’: “yo los dejo que se dediquen a hacer plata, pero no intenten meterse en mi gobierno”. Así les ofreció el derecho a enriquecerse cuanto puedan (con todas las distorsiones y abusos que logren explotar), y con ello compró el poder político absoluto.
________________________________________________________________________________
Lo malo es que entre nosotros esa negociación de poder político se hace al menudeo, apareciendo la ambición política como la fuente de toda corrupción
________________________________________________________________________________
Lo malo es que entre nosotros esa negociación de poder político se hace al menudeo, apareciendo la ambición política como la fuente de toda corrupción, y con el ‘embeleco’ de la ‘democracia’, nosotros participamos y contribuimos a darle vigencia y dinámica a ese mercadeo,
Porque con la ‘democracia’ pasa igual que con el mercado, que sería magnífico si correspondiera a las exigencias teóricas (plena información, pleno abastecimiento, infinidad de partícipes, etc.) porque optimizaría el uso y el aprovechamiento de todos los recursos para beneficio de toda la sociedad. Pero las distorsiones que se presentan en su funcionamiento (monopolios , oligopolios, acaparamiento, especulación, etc.) lo convierten en un vehículo de explotación o abuso por parte de quienes detentan capacidad de control sobre el mismo.
Similarmente la ‘democracia’ sería un sistema o modelo ideal de gobierno si se cumplieran las condiciones teóricas que la justifican (Plena información sobre programas y candidatos, criterio para escoger por parte del votante), pero lo que existe es exactamente lo contrario: del lado de las campañas, manipulación de la información y venta de una imagen como producto publicitario; y, como consecuencia, del lado del votante, renuncia al ejercicio del derecho ciudadano quien lo que hace es vender su voto.
Como a los candidatos en la práctica no se les exige ninguna prueba de idoneidad (programa, trayectoria, formación, etc.), y de los votantes no se espera ni se les suministra elementos para formarse un criterio respecto a lo que deben decidir (ni lo tienen, ni lo podrían tener), la transacción por el poder político se acaba realizando al por mayor con los ‘caciques’ y al detal con los electores.
En la práctica se maneja como entre particulares, donde se retribuye la colaboración cuando el objetivo que se busca depende de un tercero (con comisiones o participación en el negocio), solo que cuando se trata del sector público eso se convierte en corrupción. Por eso en nuestro modelo de democracia la ‘corrupción’ es el alimento que la nutre.