El periodista y escritor israelí Gideon Levy admite que, así como hubo una brutal ocupación francesa en Argelia y terminó, hay una ocupación israelí de Palestina y terminará. “No hay ningún conflicto palestino-israelí. Sino una ocupación israelí racista”, asegura de modo contundente. De hecho, hace unos días sostuvo, en su columna del diario israelí Haaretz, que los dirigentes de su país deben ser arrestados por los crímenes de guerra que ejecutan en Palestina.
Su descripción de la situación en Gaza aterra:
“Unas 35.000 personas muertas y otras 10.000 desaparecidas, alrededor de dos tercios de ellas civiles inocentes, según las Fuerzas de Defensa de Israel; entre los muertos hay aproximadamente 13.000 niños, casi 400 personas que pertenecían al personal sanitario y más de 200 periodistas; el 70 % de las viviendas han sido destruidas o dañadas; el 30 % de los niños sufre desnutrición severa; dos personas de cada 10.000 mueren cada día de hambre y enfermedades”.
Su juicio también conmueve:
“La matanza y la destrucción en Gaza han sobrepasado a Israel. Es la peor catástrofe a la que se ha enfrentado el Estado. Alguien ha llevado al país hasta allí –y no, no ha sido el antisemitismo, sino sus líderes y oficiales del ejército–. Si no hubiera sido por ellos, después del 7 de octubre no habría pasado tan rápidamente de ser un país querido que inspiraba compasión a convertirse en un Estado paria”. “Alguien debe ser juzgado por todo esto”, agrega.
A la dolorosa situación del pueblo palestino hay que sumar la actitud de la mayoría de los israelíes que aplaude y respalda el genocidio. Una especie de paranoia colectiva los conduce a interceptar los vehículos que llevan ayuda humanitaria a Gaza, donde se encuentran hacinados y asediados dos millones de seres humanos, para asaltarlos y destruirlos con odio manifiesto. Muchos sostienen abiertamente que su gobierno debería descargar armas atómicas sobre Palestina.
Algo que no resulta tan descabellado para personajes como el senador estadounidense Lindsey Graham, miembro del Partido Republicano, quien, en un programa televisivo transmitido a todo el país, sostuvo que, si los Estados Unidos usaron adecuadamente bombas atómicas en Nagasaki e Hiroshima para poner fin a la guerra, Israel debería hacer lo propio en Palestina, con armas nucleares que debía suministrar sin vacilar el gobierno norteamericano.
Probablemente no sería necesario tal suministro. El expresidente Jimmy Carter aseguró públicamente que el estado de Israel es poseedor de por lo menos trescientas cabezas nucleares. De hecho, en el reciente encontrón con Irán, la prensa internacional especuló sobre una posible respuesta nuclear de Israel. Sin embargo, la Agencia Internacional de Energía Atómica, que vigila los arsenales de todos los países que la poseen, no tiene la menor injerencia en ese país.
El expresidente Jimmy Carter aseguró públicamente que el estado de Israel es poseedor de por lo menos trescientas cabezas nucleares
Un estado que obra a su antojo, desconociendo y violando todas las normas del derecho internacional, con el visto bueno de los Estados Unidos y Europa Occidental. De hecho, el consejero de seguridad nacional del gobierno de Joe Biden, Jacob Sullivan, aseguró oficialmente en días recientes, que el gobierno de Israel no está cometiendo genocidio en Gaza, recomendándole apenas que procure tener más cuidado con la población civil.
Por si hubiera alguna duda acerca de la impunidad absoluta con la que obra el estado de Israel, la imagen fresca del embajador de ese país en la Asamblea General de Naciones Unidas, triturando de manera provocadora la Carta de Naciones Unidas, al tiempo que calificaba de vergonzosa la decisión de más de 140 países de reconocer oficialmente al estado Palestino, pone de presente lo que piensa el estado de Israel acerca de las reglas y normas internacionales.
Si se tratara de cualquier otro país, los Estados Unidos y sus aliados ya habrían tomado la decisión de sancionarlo e invadirlo para derrocar su gobierno. La hipocresía que ponen de presente cuando se trata de aplicar distinto rasero a unos y otros, abre cada vez más los ojos a la población mundial, acerca de la verdad que contienen su conjunto de prédicas en torno al respeto de los derechos humanos, la democracia y la justicia.
Resulta absolutamente desconcertante e inadmisible que un estado que nace con fundamento en leyes internacionales, se proclame a sí mismo por encima de todas ellas, pisoteándolas cínicamente. Se habla de muy poderosos intereses económicos y financieros de origen sionista que presionan y doblegan a su voluntad a los gobiernos de occidente. Se considera un hecho que el señor Netanyahu ejerce más poder que el presidente Biden en los Estados Unidos.
Con Trump no será distinto. Así que no es cualquier cosa la que está enfrentando Petro al romper relaciones con Israel. La dignidad tiene un precio. La élite internacional puede hacer la vista gorda cuando quiere, pero a su vez suele apretar con todo su aparato mediático, político y de otro orden cuando se lo propone.
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