No, no es solo xenofobia, es aporofobia. Es ese temor a la invasión de hordas de pobres que te hacen temer que un día se levanten y te despojen de lo que has obtenido: tus bienes, tu trabajo, tu familia y tus hijos; ellos que hablan diferente, que valoran de forma diferente y que ven el mundo diferente.
Entonces, oyes el grito de la tribu y cierras filas; buscas argumentos para despreciarlos; y los culpas de manchar tu país que era bello, prístino y honesto, vernáculo refugio que jamás quieres que sea violado. Aunque, en realidad, esta visión solo sea una ensoñación no correspondiente a la realidad.
No, no es solo xenofobia, es olvido selectivo, es no recordar que tienes familia migrante o que tú mismo has sido migrante, que en cada uno de tus viajes algún local te colaboró o, incluso, te defendió ante ataques xenófobos injustos; te quejas de cómo maltratan a tus compatriotas en el exterior, pero maltratas al foráneo cuando está en tu país.
No, no es solo xenofobia, es el temor a que Dorian Gray sea nuestra imagen ante el espejo.