Como parte de la estrategia de propaganda utilizada por nuestros pintorescos políticos, a la excandidata, exsenadora, expeñalosista, exfajardista, exsantista y futura expetrista doctora Claudia López, le ha dado por arrojar al caño trescientos mil millones de pesos en su consulta anticorrupción.
Pregona a los cuatro vientos que la suya es la receta para acabar con ese mal nacional que entre otras cosas le ha permitido vivir a sus anchas, posando acá y en el exterior de abanderada de la decencia, una especie de Juana de Arco moderna. Es casi como ver a Popeye liderando una consulta contra el sicariato, o a Simón Gaviria una cruzada contra el nepotismo.
Hay que decirlo con claridad, la doctora Lopez no tiene la fortaleza de carácter ni la entereza necesaria para ser consistente ni coherente. Su indescifrable juego de la política a tres y cuatro bandas apenas disimula un mezquino oportunismo más que obvio. Su empeño en seguir gastando dinero ajeno a los gritos, por el simple gozo de hacerse la importante sin serlo, la tiene condenada a no ser nadie dentro de unos pocos años, cuando su alharaca busque refugio dorado en alguna suculenta ONG, dedicada a vivir del despiste de sus cautos donantes. Más temprano que tarde las huellas de su farandulero paso por la vida pública se borrarán, quedando solo el mal recuerdo de sus desafueros, de sus gritos de coro de mariachi, de sus calumnias enmendadas a medias y de sus tardes de circo en el recinto del Congreso, en donde lo único que se va a lamentar es que su paso por este edificio no haya coincidido con el de Moreno de Caro, ese otro payaso con quien tendría que haber compartido pista para diversión de unos, pena ajena de otros y vergüenza para nuestra complaciente democracia.
En reciente reportaje al diario El Tiempo, se atrevió a reconocer que bajarles el sueldo a los congresistas “pueda” que no ayude a combatir la corrupción, pero que considera que este acto liberaría recursos para subirles el sueldo a los empleados públicos de menor rango. Pura y simple demagogia disfrazada de causa altruista. Si la rebaja de sueldos de los congresistas tuviera algún efecto sobre su grado de honestidad, entonces lo lógico sería no pagarles, para así tener a los más honrados de todos los colombianos.
Como escribió Gabo hace mil años cuando existía la revista Alternativa,
piensan acabar con el consumo de marihuana
prohibiendo la fabricación y venta de fósforos
Este absurdo despropósito, al igual que los otros seis que conforman su maravillosa idea de combate a la corrupción, sirve para demostrar que el famoso referendo es un invento con el cual, por el cual y sin el cual, todo va a seguir tal cual. Esta propuesta se parece a otra de las suyas, extrañamente excluida del referendo, que busca la financiación estatal de las campañas, como una forma de alejar los dineros de la corrupción de la actividad proselitista. Según los defensores de esta idea -todos ellos candidatos elegidos varias veces- si a cada campaña se le suministra una cantidad de dinero por parte del Estado, pues ya no van a tener necesidad de recurrir a fuentes oscuras de financiación. ¿En serio alguien piensa que esto puede funcionar? Lo que en realidad va a ocurrir es que se va a incrementar el monto de los dineros necesarios para hacerse elegir, ya que todos van a contar al menos con el fondo que esperan conseguir, no de cuenta de ese ente abstracto que llaman Estado, sino de nuestros impuestos y de nuestras posibilidades de salir del atraso y la miseria. Como escribió Gabo hace mil años cuando existía la revista Alternativa, piensan acabar con el consumo de marihuana prohibiendo la fabricación y venta de fósforos.
Acabar con la corrupción pasa por actuar de manera vertical contra sus promotores y contra sus causas; pasa por llevar a la administración pública a los más capaces, incluyendo a personas muy preparadas del sector privado, quienes se niegan a participar en la administración del Estado precisamente para no tener que lidiar con personajes como la doctora Lopez, ávida de comerse a gritos a quienes no besen sus manos. Profesionales expertos en administrar con juicio grandes empresas y enormes capitales, adecuadamente remunerados, de seguro servirían mucho mejor al propósito de sacar a nuestro país del atraso, que los monigotes impuestos por políticos como la doctora Lopez al frente de los destinos de las empresas del Estado, en una degeneración de la verdadera meritocracia.
Luchar frontalmente contra la corrupción y contra los corruptos, atraer a los mejores ejecutivos a que aporten al desarrollo del país, revisar y re direccionar el sistema educativo, eliminar trámites y ofrecer incentivos que hagan atractiva la instalación de empresas tecnológicas en el territorio nacional, son verdaderas iniciativas para arrebatarles el país a los delincuentes disfrazados de redentores.
Si la doctora López desea dejar huella positiva de su fugaz paso por la vida nacional, debería tener la entereza de ahorrarles a los colombianos esos más de cien millones de dólares que se empeña en quemar como si de fuegos artificiales se tratara; y dejar de estar acusando a quienes no gozan de sus afectos de despilfarro y de corrupción.
