La ratificación de la destitución e inhabilidad del Alcalde Mayor de Bogotá Gustavo Petro por parte del presidente Juan Manuel Santos constituye una ruptura del orden constitucional solo comparable con la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla en 1953 y la instauración del Frente Nacional en 1958, con iguales consecuencias: cierre total de la democracia.
En momentos en que en Colombia se vocifera por doquier que estamos próximos a vivir en una sociedad con "paz estable y duradera", lo ocurrido el 19 de marzo de 2014 deja sin piso cualquier discurso de ese tipo. Si algo se aproxima, y a pasos agigantados, es un estadio de caos y conflicto, de lucha cruenta entre quienes no permitirán cambio alguno que arrebate sus privilegios de élite acomodada y parásita, y quienes nos resistimos a perder la esperanza de construir un país democrático, justo y al servicio de las mayorías. Es claro que la paz que el gobierno ofrece no es otra que la resignación ante la iniquidad y la opresión; pero también es evidente que la paz del pueblo solo será posible cuando sean destronados esos pocos que se enriquecen a costa de la muerte y la mísera vida de esos muchos, millones, que sostenemos en hombros la pirámide.
En momentos tan cruciales como los que vive nuestra atormentada patria, tan descaradamente injustos, tan exorbitantemente perversos, no queda opción distinta que transitar por los caminos de la resistencia, armados de rebeldía y dispuestos a dar la lucha por la democracia que nos merecemos.
@SergioRueda310