No ceder al chantaje imperial

No ceder al chantaje imperial

La agresiva campaña de Trump para derrocar a Maduro crea una situación en la que no hay posibilidad de ser neutral: se está de acuerdo o no, así de sencillo

Por: Fernando Dorado
febrero 19, 2019
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No ceder al chantaje imperial
Foto: Gage Skidmore - CC BY-SA 2.0 / Hugoshi - CC BY-SA 4.0 / Tokota - CC BY 3.0

El chantaje dice: Si Maduro no renuncia y si no se convoca nuevas elecciones, lo derrocamos. Y rematan: “Están sobre la mesa todas las opciones”, o sea “es a las buenas o a las malas”.

Indudablemente es una situación muy compleja. Hay que revisar la historia y abordar la trama de la vida en su múltiple complejidad para no caer en posiciones mecánicas y lineales. Pienso que los intelectuales de avanzada que firman esta declaración internacional sobre Venezuela (https://goo.gl/E4xhix), a pesar del tacto y la argumentación expuesta, ceden a la encerrona.

El chantaje es usado por Trump para atacar al senador demócrata Bernie Sanders que está a la cabeza de quienes exigen aumentar los impuestos a los “ricos” (multimillonarios que son el 1% de la población). Trump parece no ser consciente de los planes de los Pence, Pompeo, Rubio y demás oscuros personajes que son agentes de los que en la sombra manejan el “Estado profundo” de USA.

El chantaje ha sido utilizado por los gobiernos del imperio desde 1959 cuando Fidel Castro a la cabeza del pueblo cubano derrocó al dictador Fulgencio Batista. Y continuó con el chantaje al gobierno sandinista de Nicaragua cuando en 1978 derrocaron a Anastasio Somoza, otro dictador a sueldo de Washington. Ha sido siempre su instrumento de amenaza y extorsión.

Pero en el caso de Venezuela la situación es más dramática y paradójica. En abril de 2002, solo tres (3) años después de la elección del presidente Chávez, sin mediar presiones, amenazas o chantajes, el imperio norteamericano orquestó y efectuó un golpe de Estado con algunos elementos de la oligarquía parásita de ese país. Dicho intento fue derrotado por el pueblo venezolano con un contragolpe social y político que significó una dura derrota para el gobierno de Bush (EE.UU.).

A lo largo de 16 años la oposición golpista no pudo derrotar al “chavismo”. Cuando en diciembre de 2015 obtuvo mayorías en la Asamblea Nacional, el presidente de ese organismo (Ramos Allup) anunció que en menos de 6 meses “saldrían de Maduro”. A partir de ese instante, el gobierno inició lo que llamo “deriva autoritaria”, monopolizó el TSJ, destituyó a la Fiscal Ortega, convocó una ANC y adelantó las elecciones presidenciales, a las cuales la oposición no acudió.

Si la oposición hubiera desarrollado a partir de ese momento (2015) una estrategia democrática y pacífica, muy seguramente “otro gallo cantaría”. Lo más seguro es que hubieran derrotado al gobierno en elecciones. Pero las derechas venezolanas no son autónomas, son entreguistas y pro-imperiales. Sus “guarimbas”, tácticas, discurso, todo es elaborado por las agencias de inteligencia estadounidense como lo demuestran Cohen y Blumenthal en este texto (https://goo.gl/sF9PRs).

Para completar el cuadro deben analizarse otros factores internos y externos. A pesar de los “errores” cometidos por la dirigencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela, como sus prácticas autoritarias de gobiernos acosados por el imperio, en su gestión gubernamental lograron construir una base social que valora sus esfuerzos y no acepta imposiciones extranjeras; por primera vez en su vida, han accedido a servicios sociales de calidad (educación, salud, vivienda, otros) y, por ello, apoyan a sus gobiernos más allá de formalidades “democráticas” y presumidas “libertades”.

Además, la injerencia de los EE.UU., aunque se disfrace de defensa de los DD.HH. y de ayuda humanitaria, tiene un claro e innegable objetivo geopolítico. Lo ocurrido en Afganistán, Irak, Irán, Libia, Siria, etc., lo demuestra. Utilizan la “democracia” y “libertad” para derrocar “dictadores no sumisos” al poder imperial de USA, pero una vez logrado el propósito no pueden ser coherentes con su discurso. La vindicta y la desaparición física de sus adversarios ha sido su práctica probada.

Hoy los países que sufrieron la “intervención humanitaria” de la OTAN, viven una situación de desmembramiento territorial y desestabilización política que es utilizada por “Occidente” (EE.UU. y UE) para expoliar sus riquezas y tratar de impedir la expansión en esas regiones de otras potencias económicas (Rusia, China, India) que, aunque no utilizan políticas imperialistas, compiten con fuerza económica y aprovechan la decadencia estadounidense. Es lo que ellos no quieren aceptar.

De acuerdo a Thierry Meyssan (Red Voltaire) esa es la estrategia de los EE.UU. Quieren destruir los precarios Estados “nacionales” de Latinoamérica. Ese es el objetivo de la guerra que inicia por Venezuela, sigue con Cuba y Nicaragua, pero pretende desestabilizar toda la región e impedir que nuevos gobiernos “progresistas” (llamados por ellos “socialistas”) se consoliden en México, surjan en Colombia y Perú o recuperen los gobiernos en Ecuador, Brasil, Argentina o Chile.

Por ello hay que identificar las estrategias de las oligarquías de cada país. Utilizan la “amenaza castro-chavista” para montar gobiernos más autoritarios que aquellos que quieren derrocar; como ocurre en Colombia y Brasil, en donde los gobiernos de Duque y Bolsonaro impulsan políticas para cerrar todas las vías democráticas frente a la reacción popular que está en proceso de estallar como reacción al deterioro de la situación económica y la crisis fiscal que viven sus Estados[1].

¿Por qué los intelectuales no exigen nuevas elecciones en Honduras, Brasil, Paraguay o Guatemala en donde han ocurrido golpes de Estado o hechos de corrupción que generan grandes dudas sobre la legitimidad de sus gobiernos? ¿Por qué los EE.UU. apoyan a regímenes autócratas como los de Arabia Saudita y otros que violan flagrantemente los derechos humanos y niegan la libertad de sus ciudadanos? ¿Por qué no se cuestiona la democracia de EE.UU. en donde los mecanismos electorales no reflejan la voluntad de la mayoría de los votantes?

¿Creen los intelectuales que cediendo al chantaje se va a parar la guerra regional? ¿Será que la oposición golpista de Venezuela de un momento para otro se convertirá en un dechado de democracia o en agentes de la supuesta libertad? ¿Por arte de magia el imperio va a desechar sus prácticas golpistas e injerencistas? ¿Quiénes han invertido miles de millones de dólares para apoderarse de las reservas de petróleo y de minerales de Venezuela, de la noche a la mañana van a respetar la autonomía de los pueblos y la autodeterminación de las naciones?

No será así, queridos amigos intelectuales. No podemos ser ilusos. La vida es más cruel, dura, difícil, injusta y compleja con respecto de lo que nos dice la teoría y, así no sea lo ideal y perfecto, para no quedar del lado del histórico enemigo de los pueblos latinoamericanos y de sus oligarquías criminales, hay que resistir y rechazar el chantaje. Así no nos guste Maduro o su política.

Si para impedir la guerra hay que recurrir al apoyo de Rusia y China, con el fin de equilibrar las fuerzas geopolíticas, hay que hacerlo. Hay que desenmascarar la falsa “ayuda humanitaria” que es una herramienta de guerra en manos del imperio. Y en lo interno, el pueblo venezolano debe organizarse con autonomía para retomar las banderas de un verdadero movimiento que, como dice Boaventura de Souza Santos, “revolucione la democracia y democratice la revolución”.

No dudemos, hay que rechazar de plano el chantaje imperial de la mafia que gobierna los EE.UU.

Nota: En Colombia, Uribe cede al chantaje gringo. Va a incendiar el país y ponerlo al servicio de la guerra para impedir su extradición a los EE.UU. y/o detener los numerosos juicios que lo comprometen con el narcotráfico, con los miles de asesinatos del paramilitarismo, con la manipulación de testigos y la interceptación de comunicaciones de políticos y periodistas.

 

[1] El Plan de Seguridad y el Plan de Desarrollo de Duque en Colombia es autoritario y antidemocrático; se promueve la guerra interna y externa; se crean grupos masivos de informantes, se niega la consulta previa a comunidades, se fortalecen los aparatos represivos, y se persigue a la oposición usando una Fiscalía y órganos de control politizados.

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