Los seguidores del expresidente no solo votan por el que él mande sino que odian según sus designios. Una gran mayoría de esta masa acrítica profesa la religión católica. Al ser parte de la logia uribista dejaron a un lado esa fe para abrazar, como si de un nuevo mesías se tratara, la doctrina de odio del senador. Por eso es sorprendente ver a tanta viejita camandulera, a tanto jovencito falangista y rezandero, inundar esa cloaca que son las redes sociales de tanta palabrería contra Francisco. A este papa los uribistas fervorosos no le perdonan su mensaje de amor hacia los gais, su renuencia a juzgar de primera mano sobre la manera de gobernarse de ciertos países autónomos de vivir como se les dé la gana, su comprensión hacia el divorcio, el islam y otras religiones. Y, sobre todo, su apoyo incondicional al proceso de paz. El único papa latinoamericano nos dio una mano desde Roma para que terminara un conflicto de medio siglo. Y en parte viene a eso, a refrendar los acuerdos, a celebrarlos. La visita del papa es el culmen del exitoso proceso de paz con las Farc. Por eso no lo quieren al curita comunista y revoltoso. Por eso muchas señoras afirman a voz en cuello que ellas no reconocen a este papa, que para ellas el único es Juan Pablo II que sí era bonito y con cara de santo, que renunció a escuchar a monseñor Romero del Salvador días antes de que lo mataran los paramilitares de derecha porque estaba comprometido a acabar el comunismo de la Europa del Este y vaya que cumplió. Eso es lo que necesita el mundo, dicen ellas mientras esperan en una fila en Carulla, un papa que no sea guerrillero porque este no me representa. Habráse visto pues.
Uribe entiende la reconciliación,
que tanto ha profesado Francisco,
como un acto de humillación y entrega
Uribe en ningún momento ha declarado su disgusto por la visita de Francisco. Incluso le escribió una carta, lo más de linda, como parte de su cruzada mundial por hacer quedar mal a Colombia. Le decía que la economía se desplomaba al igual que los valores morales y la familia corría peligro por lo de la ideología de género y demás mentiras o verdades a medias con las que fue elegido como el Gran Colombiano, las mismas mentiras burdas con las que mucha gente se hace matar para defender al expresidente “porque lo que es con Uribe es conmigo”. No tiene necesidad de ser director para hacerse entender. Este furibundo entiende la reconciliación, que tanto ha profesado Francisco, como un acto de humillación y entrega. Claro, él ha sabido despertar el machito sanguinario que se anida en el corazón de cada colombiano, el paraquito sediento de venganza que no se arruga ante nadie. A veces no hay nada más irracional y peligroso que la indignación de un pobre que no ha ganado en un solo día de su vida.
No creo en Dios pero estoy feliz de que venga el papa. No sé cuánto cuesta su venida ni quien la paga —igual esa plata alguien se la iba a robar y no me iba a llegar un solo peso a mí— pero me parece un regalo fabuloso, la bendición necesaria para la reconciliación absoluta. Y eso es precisamente lo que tiene furiosos a los uribistas que, por orden de su patrón, siguen añorando el ruido de las bombas, la guerra que siempre vieron por televisión. Ellos han dejado de ser católicos, ahora son furibestias.
Qué miedo