Muchos estamos cansados de ver más de lo mismo. Una partida de barrigones con una L, una C, o peor aún con un señor de gafas redondas detrás como si fuera el cristo redentor (solo que más bajito y malvado) todos ellos diciendo que son los indicados para administrar la hacienda pública.
Los puestos de representación se compran, cientos y miles de millones para repartir bultos de todo tipo de implementos, cantantes que venden su dignidad en las plazas públicas, funcionarios públicos llevando 10, 20 0 30 personas a reuniones políticas a comprometer el voto, y la tradicional compra del voto, ¿qué de dónde sale la plata? Todos sabemos.
Estamos tan acostumbrados a elegir corruptos que elegimos al esposo, hijo, marido, hermano, o testaferro del exalcalde preso, del gobernador inhabilitado, al candidato de las dos o tres castas del pueblo. La gente ya no se sorprende con nada en tiempos electorales. Todo lo vemos y nada lo denunciamos.
Mejor dicho, en Colombia somos un desastre a la hora de elegir nuestros gobernantes. Siempre caemos en el juego que ellos nos proponen y nos volvemos espectadores de nuestra propia incapacidad de tomar las riendas de lo que no es común y lo público.
Somos electores poco racionales que se mueven por la pasión de las ideas simples. Nuestros argumentos cada día se basan más en cadenas de WhatsApp y en memes, ¿cuántos se leen las propuestas de gobierno de los candidatos?
Las campañas electorales se basan en el miedo y la mentira. En el 2016 ¿cómo ganó el no? Cadenas de WhatsApp diciendo que a Colombia llegaba un rayo castrochavista homosexualizador y que Santos le quería entregar el país a las Farc. Yo no veo a Rodrigo Londoño de presidente, o un sistema de salud como el cubano en Colombia, o alguien obligando a los niños a convertirse al “homosexualismo”. Al final una gran mentira que ganó unas elecciones.
Este año tenemos dos caminos. El que propone la élite gobernante, hablar de terrorismo, enemigos, amenazas y guerra, para ellos proponer seguridad. Discurso con el cual Álvaro Uribe Vélez siempre sale victorioso. Si la campaña gira en torno a quien odia más al ELN gana el Centro Democrático.
O tenemos el otro camino que es hablar de corrupción y educación. Que el pueblo colombiano ponga la agenda a los candidatos. Esto con el ánimo de ver sus propuestas para la educación de los niños y jóvenes del país, y también para conocer si es que tienen compromisos reales que permitan acabar la corrupción.
Ya es decisión de cada uno ver cuál camino toma, el de asustarnos y huirle al cambio, el de la guerra que oculta el rostro de las víctimas y que esconde todos los otros problemas sociales o el de la construcción de un país honesto, educado y capaz de afrontar los grandes retos de la búsqueda de la paz.
No cometamos el mismo error, no vendamos el voto, informémonos antes de tomar la decisión. Seamos la generación que deje de creer en el odio y el miedo y le apuesta a la vida digna de los colombianos.
Por último, el único mecanismo de participación no es el voto. Los estudiantes, profesores y trabajadores de la educación superior lo acaban de demostrar. Ningún político o partido era capaz de conseguir 5.85 billones para la educación superior, eso solo se lograba en las calles protestando. Los países con más derechos son los que tienen mayores capacidades de movilización social. Ningún gobierno será capaz de atropellar a un pueblo despierto.
