Por estos días los hechos de inseguridad están a flor de piel y el hampa reina en la calles de las principales ciudades del país. En el caso de la región Caribe, territorios como Barranquilla muestran cifras preocupantes; entre enero y septiembre de este año se han registrado 238 homicidios, mientras que en el mismo periodo del año pasado se contabilizaron 197. Respecto a hurto a personas, en 2021 se han presentado 5.877 casos, mientras que en 2020 un total de 5.517, según la Policía Metropolitana de Barranquilla.
Entretanto, en Cartagena van 169 homicidios, una tasa del 13 % más con respecto al año 2020, cuando en la ciudad ocurrieron 149 homicidios. Asimismo, en la capital de Bolívar se han presentado 3.100 hurtos en todas sus modalidades, 19 % más que el año pasado con 2.914 hurtos, de acuerdo con la Policía de esa jurisdicción.
Ante estos números cualquiera se preocupa y, por supuesto, surgen distintas voces con propuestas descabelladas que no generan soluciones de fondo, solo violencia y populismo cuando se trata de ganar adeptos.
Entre las ideas planteadas para combatir la criminalidad dos de ellas tomaron mucha fuerza mediática hace varios días y que igual siempre han estado presente en la historia de este país, me refiero a lo que dijo el concejal de Barranquilla Juan Camilo Fuentes, al proponer que el gobierno nacional permitiera, por medio de “permisos rigurosos”, el porte de arma a los civiles con la finalidad, según él, de defenderse contra los antisociales.
Fuentes dijo en varias entrevista frases como: “Entonces qué quieres, ¿que nos maten?”, al señalar que esa era la única alternativa a corto plazo para minimizar la delincuencia.
En ese mismo camino salió el ilustre alcalde del municipio de Malambo, Atlántico, Rummenigge Monsalve, quien manifestó que su administración “hará todo lo posible para que los comerciantes puedan tener legalmente un arma de fuego, para defender a su familia y su negocio”.
Estas dos opiniones demuestran la incapacidad de nuestros dirigentes políticos, que al final del ejercicio terminan diciéndole a la ciudadanía, entre líneas, que el grado de ineptitud de las instituciones es tan grave que la delincuencia organizada nos tomó ventaja y que las estrategias y acciones para mantener la seguridad medianamente estable no han servido para nada.
Lo cierto aquí es que el problema está claro: es de empleo y educación. Mientras en esos puntos no se trabaje con unas bases sólidas o como le han llamado algunos políticos, el acuerdo sobre lo fundamental, no habrá alcalde o presidente que valga, porque necesitamos entidades fortalecidas, no ciudadanos con pistolas.
Al tiempo, hay que decir que la Policía debe estar más activa operativamente, al igual que desde los gobiernos locales y nacionales apoyen a los emprendedores, porque las grandes empresas tampoco pueden generar todo el empleo que se necesita.
Finalmente, esta situación también significa un mensaje explícito a la comunidad, pues tenemos la obligación de pensar con detenimiento a quiénes vamos a escoger en las próximas elecciones, pues de hacer una mala elección pagaremos con creces lo que habremos elegido, que sin duda alguna es lo que estamos padeciendo ahora.