El reloj marca las 2:30 de la tarde y por las calles que bajan hacia la plazoleta de Tajrish, en el norte de Teherán, empiezan aparecer decenas mujeres de entre 14 y 18 años que han terminado las clases en los institutos de la zona.
Van con sus uniformes, que en Irán están conformados por una gabardina oscura y el velo que les cubre la cabeza, el mismo que muchas de estas jóvenes se han dejado caer hacia atrás.
No les importa que un par de docenas de integrantes de las fuerzas de seguridad, con sus armas en la mano, vigilen la zona. Como lo cuenta una estudiante de Derecho de 20 años que se identifica como Fariba, que va camino a la universidad. “Hasta hace un mes siempre estaban molestando, pero no en estos días. Tienen miedo de que los jóvenes se junten y les digan algo”, explica Fariba.
Después de cuatro semanas de protestas, la misión de las fuerzas militares es impedir que las jóvenes se agrupen y canten eslóganes. Esto ha pasado a ser especialmente evidente en las cercanías de los colegios femeninos. Días atrásn las redes sociales se llenaron de videos donde colegialas de muchas partes del país cantaban eslóganes contra la República Islámica y sus líderes.
Una de las jóvenes que camina por la calle es Mina, que acepta hablar con la condición de que su voz no se grabe. Tiene 16 años y estudia en un colegio religioso. Cuenta que las profesoras están bajo presión de las autoridades y que en los últimos días las han amenazado con fuertes castigos.
El control sobre los colegios comenzó a hacerse mayor desde el sábado pasado. Algunas familias han denunciado que las fuerzas de la ley han intentado entrar a algunos colegios.
Una de sus misiones es revisar los teléfonos de las jóvenes en busca de imágenes que delate su participación en las protestas. “La actitud de las autoridades con los colegios sólo muestra su debilidad. ¿Por qué quieren perseguir a menores de 18 años?”, se pregunta Fariba.
Son los jóvenes, especialmente mujeres y muchas veces colegialas, quienes han liderado las movilizaciones en las calles. Un ejemplo son Nika Shakrami o Samira Esmailzadeh, dos adolescentes de 16 años cuya muerte durante las movilizaciones ha ahondado el dolor de la población que salió a la calle movida por el fallecimiento de Mahsa Amini, de 22 años.
Por la actitud de estas jóvenes en la calle, no parece que tengan intención de quedarse calladas. Si no pueden gritar, al menos se dejan caer el velo.