No hay que ser muy inteligentes para saber que la propuesta hecha por varios economistas internacionales de dolarizar nuestra economía es un burdo engaño, pues el supuesto prestigio de estos a ese nivel se lo han ganado por ser fieles seguidores y lacayos de quienes se creen y han sido los dueños del poder. Por eso nos lo vienen planteando, para que en Colombia dolaricemos la economía, sin que nos tomemos la molestia de poner en consideración que varios de ellos han venido siendo y son financiados, y hasta exaltados y promovidos, por los grandes grupos económicos mundiales (el FMI y el Banco Mundial), lo que convierte a esas propuestas en una velada manera de buscar mantenernos y ponernos al servicio de ellos, subyugándonos y manipulándonos mucho más de como hasta ahora lo han venido haciendo.
Sin tener que ser especialistas de economía, sí podemos intuir que lo que Colombia debe y tiene que hacer es proteger de manera inmediata sus precarios y atrasados medios productivos, además de su economía interna, incluyendo en esto mantener y sostener nuestra propia moneda, modernizando, variando y dinamizando sus fuentes de ingreso y de producción. Además, hay que dejar atrás eso de ser simples productores de materias primas y desplazar las hasta hoy principales y casi únicas fuentes de ingresos, o sea el petróleo, el carbón y la minería en general. Lo anterior para desarrollar e impulsar la agricultura, la educación y la cultura; promocionar las energías alternas (donde poseemos ventajas indiscutibles y sin parangón), el turismo y la protección del medio ambiente (el país podría ingresar en una agresiva y masiva campaña de reforestación y de restauración de sus fuentes hídricas, convirtiendo al agua dulce, y a sus ríos en general, en una causa nacional e internacional, sirviéndole de ejemplo al mundo como el primer país en transformar esos recursos naturales en el eje de su progreso y desarrollo).
Cualquier otro camino que tomemos será permitir, como hasta ahora lo hemos hecho, que nuestras decisiones políticas y sociales sean dictaminadas y tomadas en otros lugares y por otras personas ajenas a nosotros mismos. Así que la solicitud para todos los colombianos, a quienes tengan la posibilidad de leer estas palabras, es que sean firmes, que despierten del letargo en que se mantienen, que se hagan de una buena vez respetar, que recuperen el honor perdido, que se decidan de una vez por todas en considerar a nuestro país (y con él a nuestra sociedad en el principal fundamento de sus decisiones) y que le exijan a nuestra dirigencia que se despabile.