En esas tres palabras se pueden resumir los temas que llevaron a cientos de padres de familia a protestar contra las supuestas indicaciones del Ministerio de Educación para la inclusión de la ideología de género en los manuales de convivencia de los colegios. Indicaciones que resultaron ser falsas.
Sí. Por descabellado que suene, la marcha que se propuso desde Bucaramanga y que terminó extendiéndose a muchas otras ciudades del país, se centraba en rechazar unas directrices que nunca existieron, promocionadas en unas hipotéticas cartillas que luego se demostraron falsas e ilustradas con imágenes pornográficas que de inmediato se desenmascararon como robadas de la red. Y tanto el montaje como la mentira —¡esto es lo increíble! — fueron puestos en evidencia antes de que se desarrollaran las marchas.
Por descabellado que suene,
la marcha se centraba en rechazar unas directrices
que nunca existieron
Aún así, como en Colombia pesa siempre más un rumor bien difundido que una verdad demostrada, los enardecidos defensores de las buenas costumbres marcharon en contra de la invasión sodomita y de la aberración pecaminosa.
Sin embargo, hay algo más rancio en las marchas convocadas por el grupo Abanderados por la Familia que el hecho mismo de haber ignorado la demostrada falsedad de los hechos contra los que protestaban: la hipocresía hipertrofiada, la doble moral cómplice, la oscura doblez que significa manifestarse contra una falsa intención de incluir ideologías de género, mientras se ha ignorado una realidad —esa sí demostrada hasta la saciedad— que engloba los tres temas que parecen quitar el sueño a los manifestantes (niños, sexo y colegios) y que no es otra que el abuso de menores por parte de sacerdotes en colegios confesionales.
Niños, sexo, colegios. Tres temas esenciales para una sociedad. Tres capítulos que deberían asumirse con tres actitudes: seriedad, tolerancia y fundamentos científicos.
Tres temas de cuya discusión deberíamos excluir tres invitados: fanatismo, militancia y conservadurismo. Tres asuntos esenciales (y esto va para los cientos de padres marchantes que jamás se pronunciaron marchando contra la violación de niños por parte de sacerdotes) frente a los que se impone ser consecuente para no merecer tres adjetivos: hipócrita, hipócrita e hipócrita.
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De apostilla
Tenemos derecho a cierta
sobredosis de pecado
y a usar los libros sagrados
para abonar una huerta,
para cuñar una puerta,
para guardar los recibos.
Que tiemblen los erosivos
vendedores de preceptos:
para todos sus conceptos
hay un anticonceptivo.
A que el amor me conmueva
sin importar el estuche,
a que los curas escuchen
desde el sopor de su cueva
el son de la luna nueva
bailado por dos mujeres.
¿Quería borrar placeres
y arrebatarnos el saldo?
¡pues tenga, señor, del caldo,
las dos tazas que no quiere!