En un sector de la vía perimetral de Cartagena, conocí a un pequeño que dijo tener doce años. Su vitalidad es encantadora, pero su discurso desajusta en su corporeidad.
Asegura que hace algún tiempo (¡vaya!) lideraba la pandilla (pandillita, más preciso) de “Los zeticas”, conformada por otros niños igual que él, que peleaban con piedras y palos con unas pandillas de unas cuadras más arriba, que podrían llamarse “Los Joticas”, “Los Teitas” o “Los Yeitas” o cualquiera otra letra del abecedario.
El pequeño habla de pistolas, puñales, nueve milímetros,
mini Uzi, 22 cañón corto,
como si contara episodios reales de su corta vida
El pequeño muestra una belicosidad gestual que riñe con la pequeñez de sus manos. Habla de pistolas, puñales, nueve milímetros, mini Uzi, 22 cañón corto, como si contara episodios reales de su corta vida. Hace ademanes de francotirador habilidoso y me pregunto si habrá tenido alguna de esas armas en sus manos, si será verdad que distingue ese armamento o si será sólo parte del menú de algún juego electrónico que sabe de memoria.
La respuesta a lagunas de mis preguntas, me las da uno de los líderes del sector, quien asegura que “a esa edad muchos ya piensan en tener un arma, así sea un cuchillo de pelar plátanos; pertenecer a una pandilla y hacer maldades. En estos barrios, ser malo es una forma de reconocimiento”, me dice este líder comunal, quien habita en el sector hace 15 años y que se gana la vida “en lo que salga, eso sí honradamente”, me aclara.
Mientras converso con el líder de la comunidad, los pequeños han hecho una ronda en la acera contraria. Conversan en voz alta, y entre una frase y otra se conjuga el verbo matar. Los alegatos se superponen sin distinción: “Maté a cuatro la vez pasada”; “Y yo con la pistola corta, maté a más de cinco”. El líder comunal, responde ante mi cara de sorpresa: “No se preocupe, ellos se la pasan hablando de esos juegos de la internet, pero esos pelaitos todavía no matan a nadie”.
Me sigue sonando la palabra todavía.
CODA. Luego de la muerte de los tres policías en la vía La Cordialidad de Cartagena, el alcalde dijo que tomaría las medidas que fueran necesarias. Envío al ejército, por algo se empieza. La construcción de una política pública para promover el bienestar en la ciudad sigue en espera.