Nicolás Maduro está siguiendo el mismo libreto que siguió Idi Amín antes de caerse como dictador de Uganda. Si usted examina las ruedas de prensa que convocaba el hombre fuerte de África con los monólogos que Maduro celebra en su Palacio Presidencial, no hay ninguna diferencia.
La culpa de la crisis política interna de Uganda, por ejemplo, decía Idi Amín, era un complot internacional de Israel, Estados Unidos, la ONU y el Reino Unido. Para Maduro, todos los anteriores son culpables de lo que padece Venezuela, pero agrega cuatro más: España, Alvaro Uribe, Luis Almagro y el caricaturista colombiano, Vladdo.
Para Idi Amín, la guerra económica que vivía su país era por culpa de los indios que vendían telas y baratijas en el mercado de Uganda. ¿Qué pasó? Los echó como perros. Maduro hizo lo propio con los colombianos, y con los mismos argumentos.
Cuando Idi Amín convocaba ruedas de prensa, a cada chiste flojo que echaba o cuando soltaba vainazos contra alguien, sus seguidores más inmediatos lo celebraban con risas y aplausos (Recordemos la vulgar referencia que hizo cuando invitó a la reina de Inglaterra a Uganda para que conociera a un verdadero macho en la cama). Maduro no se ha quedado atrás y también ha tratado como basura al director de la OEA y como basurita y abusador al presidente español Mariano Rajoy.
Idi Amín, cuando no tenía nada que hacer, agarraba su acordeón, y delante de las cámaras de televisión, tocaba el instrumento con gracia floja. Maduro no sólo toca el cuatro, sino que canta y declama poesía, pero cuando habla con un editor de libros, le dice a éste que le salude de su parte al escritor Jorge Abelardo Ramos. El editor le dice con pena ajena: murió hace 20 años.
Idi Amín decía que en Uganda todo estaba normal, y con risotadas tan patéticas como su elevada estatura, no hablaba sobre las masacres que ordenaba contra sus enemigos. Maduro, por su parte, sin que le tiemble el labio y su bigote a o Saddam Hussein, manifiesta que las muertes en las revueltas de Caracas fueron por culpa de Leopoldo López.
Idi Amín concentraba todos los poderes y tenía a su brutal ejército como un aliado fantasmagórico a su lado. Maduro, desde el Palacio de Miraflores, dice quién debe ir a la cárcel y advierte que el referendo revocatorio que adelanta la oposición no va porque no va. Las autoridades competentes encargadas de darle trámite al referendo, curiosamente, encuentra fallas y corrupción en las planillas donde se recogieron firmas de ciudadanos venezolanos.
Rusia, Sudán y la joyita del defenestrado Kadafi, le dieron todo su apoyo a Idi Amín. Maduro cuenta con Cuba y Rusia, y se jacta de su amistad con los países árabes, especialmente con los sibilinos que mandan en la teocracia de Irán.
La preparación intelectual y la habilidad para gobernar eran factores que no estaban en los activos de Idi Amin, y esa falta de capacidad para dirigir un país en crisis, llevó a la ruina a Uganda. Maduro subió al poder, no porque tuviera credenciales estelares para gobernar, sino por el compadrazgo que tenía con el finado Hugo Chávez. Ha demostrado su incapacidad para manejar a Venezuela y llegó al clímax de la irresponsabilidad cuando nombró al sociólogo Lucho Salas como Ministro de Hacienda, un muchachón que pretendía aplicar el librito de Nikitin y decretar el comunismo desde un escritorio. 40 días después lo destituyó Maduro sin que los venezolanos supieran la razón del cambio.
Idi Amín, cuando fue derrocado, huyó a la dictadura plutocrática de Arabia Saudita, donde vivió en un palacio con sus esposas e hijos. Maduro sabe muy bien que él y Diosdado ya cuentan con su respectivo Resort en Cuba.