En la noche del domingo 2 de mayo, en el puente del Comercio, Nicolás Guerrero se encontraba con otro centenar de jóvenes realizando una velatón por los muertos, que en ese momento eran 18, que había dejado la represión policial en las calles de Colombia. A través de un streaming en redes sociales, el DJ Luis de León transmitía. Esa noche se habían conectado 100 mil personas. Entonces, frente a los ojos de los que veían la velatón, el ESMAD irrumpió. Primero fueron sus gases enceguecedores, asfixiantes, luego las balas. Entonces cayó el joven Nicolás Guerrero.
Tenía 21 años y nunca había tirado una piedra. Era el primo del alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina. La indignación cayó con la contundencia del granizo en todo el país. A partir de ese momento el mundo miró para Colombia y el presidente Duque y su gobierno empezó a ser fuertemente cuestionado. A pesar del resquemor de los medios de comunicación se filtraba, como una noticia mundial, que la policía en Colombia dialogaba a través de sus escudos, de sus bolillos, de sus trajes de acero negro.
A lo largo del paro han sido 24 los jóvenes que han caído a través de las balas del ESMAD o de, como fue el caso del viaducto César Gaviria que une a Dos Quebradas con Pereira, de fuerzas oscuras que disparan desde camionetas sin placas. Lucas Villa había estado todo el miércoles 5 de mayo, días señalado por Centrales Obreras y sociedad civil para llenar las calles del país en una nueva jornada de protesta, subiéndose a los buses para hablar de uno de los temas que más lo obsesionaban desde las últimas semanas: el problema de vivir en un país sin justicia social. A las siete y media de la noche desde una camioneta le dispararon ocho veces. Cuatro de esas balas lo tienen entre la vida y la muerte. Su nombre se convirtió en el símbolo de los manifestantes en las calles y en las redes sociales.
Estos han sido los casos más emblemáticos. Así cayeron el estudiante de 23 años Santiago Medina en el barrio Siloé de Cali, Kevin Jair González, también de 23, el paisa Johnatan Bedoya, caído en el barrio El Poblado de Cali, José Augusto Ortiz, un joven nacido en Barbacoas Nariño que tenía 24 años, Yofri Cardenas, de 25 años, asesinado en el barrio Llano Grande, Steven Moncayo de 19 años, Miguel Ángel Pinto, quien murió desangrado después de recibir un tiro en el estómago, Edwin Villa, asesinado en el barrio El Diamante, y Marcelo Estupiñán, a quien le dispararon en la cabeza.
Van veinticuatro muertos y hasta el jueves 6 de mayo el presidente Iván Duque parece escuchar el ruido que se hace en las calles, las arengas que incluso llegaron el pasado sábado 1 de mayo hasta las afueras del conjunto residencial donde vive su familia. El paro continúa y, con el paso de las horas, desacredita más a la policía, una de las instituciones insignes del Estado.
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