El gobernante venezolano es como un mico administrando un pesebre, no sabe sino hacer daños. Nicolás ha resultado totalmente inmaduro para el cargo de presidente y su nivel de incompetencia no le permite ni siquiera reconocer sus múltiples limitaciones.
La otrora próspera nación que se daba el lujo de financiar generosamente a muchos países a cambio de recibir apoyo y aplausos para la revolución bolivariana, es hoy en sus manos un pueblo en ruinas, sin industria, sin agricultura, sin prensa libre, sin democracia y que sin petrodólares se tambalea como un borracho que para no dejarse caer da manotazos e insulta.
Nicolás es tan elemental que vive convencido de que gobernar es dar órdenes incumplibles que él expresa en forma de prohibiciones porque no se le ocurre una sola idea proactiva. Basta repasar sus últimos mandatos para darse cuenta de la incapacidad mental de este niño grande que llegó al poder gracias a sobarle la chaqueta a su jefe moribundo, Hugo Chávez.
Prohibió la escasez cuando la comida y los bienes de primera necesidad empezaron a faltar en los supermercados. Pero cuando la escasez no se acabó decidió entonces prohibir las colas. Pensó en su estrecha mente que si la gente no hacía cola los productos reaparecerían en los anaqueles.
Y cuando no disminuyeron, prohibió fotografiar las colas. Si los medios no registraban las interminables filas, la gente no se daría cuenta de que había que esperar cuatro, cinco o más horas para conseguir papel higiénico.
Pero la escasez, las colas y las fotografías de las colas no desaparecieron y Nicolás no tuvo más remedio que prohibir el acaparamiento. Ordenó que cada persona fuera registrada para controlar su nivel de consumo pues, según él, la culpa de los faltantes es de los hogares que compran más de lo necesario.
En esta situación las mercancías de contrabando empezaron a aparecer y no quedó otra salida que prohibir el contrabando. Esto tampoco se cumplió porque entre Venezuela y Colombia hay una frontera larguísima y porosa con miles de trochas para pasar de lado a lado.
A la par con esas prohibiciones económicas el Presidente Inmaduro ha ensayado múltiples medidas políticas pues está convencido que un problema mayor a la escasez, las colas, los medios y el contrabando, es la oposición. Así que ha intentado por todos los medios prohibirla. Metió preso a uno de sus principales dirigentes, le quitó la curul a otra, manipuló las elecciones, encarceló estudiantes y dio rienda suelta a los “colectivos” armados para la defensa de la revolución.
Con el pesebre en llamas, el mico se fue de gira en busca de recuperar la estabilidad económica y se topó con el derrumbe de los precios del petróleo, una bomba de tiempo para su revolución soportada en los enormes recursos de la exportación del crudo.
El inmaduro procuró afanosamente con sus cuates de Rusia, Irán, China y países árabes que se prohibiera la baja del precio del petróleo, pero desafortunadamente sus órdenes tampoco se cumplen fuera de Venezuela. Y para rematar, su mejor aliado se amigó con su peor enemigo. Ojalá no se le vaya a ocurrir prohibir esa amistad.
Pensándolo bien, tal vez Nicolás no esté inmaduro, lo que está es maduro para caerse. Pero seguramente prohibirá que lo tumben.
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