“Sergio Ramírez dedica el Premio Cervantes a víctimas de la represión ordenada por Daniel Ortega”. Ese tuit y sus variantes con el mismo sentido fueron replicadas por miles en estos días. Es síntesis y sarcasmo de la nueva historia latinoamericana. Pone de relieve un nuevo contexto en el que millones de jóvenes latinoamericanos están formándose como personas responsables e informadas de lo que ocurre en sus países y en el entorno.
Muchos lectores lo saben, pero otros muchos no, que en 1979, cuando se instala el primer gobierno sandinista en Managua tras el derrocamiento y huida del dictador Anastasio Somoza, dejando 35 mil muertos en su haber, Daniel Ortega fue el primer presidente posdictadura y el hoy escritor premiado Ramírez, su vicepresidente, emergentes en las primeras elecciones realizadas en 1984.
¿Qué fue lo que disparó estos diez días de protestas y feroz represión gubernamental y paramilitar que causó 63 muertes, decenas de desaparecidos y cientos de heridos, algunos de ellos graves, si Nicaragua vivía en relativa calma?
Fue la decisión de Ortega, anunciada el martes 17 de abril, de reformar el sistema jubilatorio con medidas que iban en detrimento de las pensiones, los trabajadores y las empresas. La previsión social nicaragüense requiere una reforma, pues su futuro es de desfinanciación y así se lo advirtió hace tiempo el FMI al Gobierno.
Sin embargo, la forma intempestiva adoptada por Ortega desató la crisis que venía incubándose por múltiples factores y, por eso mismo, aunque Ortega a los cuatro días de su anuncio dio marcha atrás, las manifestaciones y reclamos continúan. La ferocidad del régimen instaurado por Ortega fue denunciada por el obispo Silvio Báez en Managua cuando el sábado 28, en medio del llanto, denunció que a tres jóvenes cristianos los sandinistas les habían arrancado las uñas de las manos en la tortura.
Historiemos para comprender por qué los jóvenes protestan, los veteranos se sienten defraudados, unos y, legítimamente cansados del régimen sandinista, otros.
Luego del gobierno ejercido entre 1979 y 1984 por una “junta de comandantes” de nueve miembros que intentaba amalgamar las tres grandes tendencias existentes en el heterogéneo movimiento, que era el entonces Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y cuyo primer gran logro fue erradicar una de las añejas tiranías que durante medio siglo imperaron en el Caribe, la fórmula Ortega-Ramírez, como dijimos, ganó las elecciones de 1984.
Eran años en que Julio Cortázar viajaba desde París a Nicaragua, entusiasmado, como millones de latinoamericanos, con aquel pequeño país que luego de incontables sufrimientos —que el argentino comprometido con aquella revolución, resume en las crónicas de su libro “Nicaragua tan violentamente dulce”— soñaba con un futuro de paz y desarrollo. Claro que un sector de esa ciudadanía también aspiraba a un “cambio revolucionario” imbuido de ideologías que agonizaban sin que nadie, o casi nadie, lo percibiera.
Cortázar y otros tantos intelectuales latinoamericanos, algunos de ellos por entonces exiliados de sus países que sufrían crueles dictaduras, concitaron el apoyo de la socialdemocracia y el liberalismo europeos que se volcó solidariamente a la reconstrucción del país que Sandino había dado a conocer 45 años antes.
Pero la Guerra Fría no había terminado, como fantaseaba en 1974 el poeta ruso Yevtushenko (“Guerra fría, reventaste”); y por tanto Fidel Castro desde La Habana apoyó en esta segunda y única revolución armada triunfante en Latinoamérica a la fracción sandinista afín al castrismo. Para Castro, el triunfo de FSLN le daba la razón al desvarío que impulsó Cuba desde 1964 en todo el continente, excepto en México, donde los guerrilleros adiestrados en la isla eran eliminados no bien pisaban tierra azteca.
La administración Reagan se embarcó desde 1982 en la contrarrevolución nicaragüense, lo que llevó más sufrimiento a ese país, otros 35 mil muertos y un total de 90 mil mutilados. Uno de los líderes de la “contra”, Edén Pastora —el “Comandante cero” en la etapa revolucionaria— luego de la paz entre el Gobierno y la “contra” pasaría aliarse con Ortega su principal enemigo de esos años (1982- 1987).
En 1990, triunfa electoralmente Violeta Chamorro al frente de una coalición opositora al sandinismo. El FSLN no cumplió la orden de Fidel Castro que sostenía aquello de que “el pluripartidismo es la pluriporquería” y aceptó ir a elecciones, quedando como primera fuerza opositora con el 40,82 % de los votos y constituyéndose en el principal partido político de Nicaragua.
En 2006, Ortega gana las elecciones y gobierna hasta el presente. La sombra de “la piñata” sobrevolaba la nueva administración sandinista y los 12 años transcurridos lo confirmaron. En el primer gobierno sandinista dirigentes del FSLN se habían apropiado, como en una piñata, de bienes y haciendas que pasaron a integrar su patrimonio personal.
Desde 2006, Ortega y su esposa Rosario Murillo con el apoyo cubano y chavista, y la aproximación china —proyecto de canal interoceánico mediante— reverdecieron esos hechos.
Ramírez, Dora María Téllez, los hermanos Ernesto y Fernando Cardenal, Gioconda Belli, y otros personajes emblemáticos de la revolución del 79, hace años que se alejaron del FSLN.
Ernesto Cardenal, poeta de Solentiname, fue acosado por el FSLN al punto de que a sus 82 años estuvo en peligro de ir al a cárcel por un juicio amañado. La solidaridad internacional en 2008 fue tan potente con este intelectual de fama mundial, que hasta alguno de los incondicionales de La Habana como el uruguayo Mario Benedetti se unieron al reclamo mundial en defensa del que fuera ministro de Cultura del sandinismo entre 1979 y 1990.
Saramago dijo entonces que "Ernesto Cardenal, uno de los más extraordinarios hombres que el sol calienta, ha sido víctima de la mala conciencia de un Daniel Ortega indigno de su propio pasado".
Fernando Cardenal, el jesuita que encabezó la cruzada nacional de alfabetización a principio de los ochenta desde el Ministerio de Educación, a quien reencontré en diciembre de 2010 en Managua, 22 años después de haberlo entrevistado en esa ciudad, me declaró haber sido durante reprimido durante una manifestación opositora a Ortega.
La decadencia del sector duro del sandinismo encarnado por Ortega, y su esposa, una poeta revolucionaria devenida en cultora del esoterismo, que ha renegado de su hija Zoilamérica a raíz de las denuncias de esta contra Ortega por abuso sexual, queda en evidencia no solamente por las actuales acusaciones de corrupción, autoritarismo y en estos días ya por represión sangrienta: la Comisión Permanente de los Derechos Humanos (CPDH) aseguró este jueves 26 que las protestas en Nicaragua han dejado a 63 personas muertas y al menos 15 desaparecidas, aunque otras fuentes elevan esa cifra a varias decenas.
Pero existen otros antecedentes. Hace años que se conocen distintas versiones que ubican a algunos dirigentes sandinistas en acuerdos con narcotraficantes colombianos de los ochenta.
Sebastián Marroquín, hijo del capo Pablo Escobar, sostuvo en 2014 que Ortega había protegido a su padre en 1984 durante el primer gobierno sandinista. El hecho lo había anticipado en 2007 una expareja de Escobar, la periodista colombiana Virginia Vallejo, quien narró la negociación entre Escobar y dirigentes sandinistas para instalar una pista aérea en Nicaragua a ser utilizada por el narcotráfico a cambio de 50 millones de dólares.
El informante de la DEA Barry Seal, piloto de Escobar, tomó fotos con una cámara oculta en la localidad nicaragüense de Los Brasiles en las que se ve a Escobar y al funcionario del Ministerio del Interior de Nicaragua, Federico Vaughan, cargando 600 kilos de cocaína el 25 de junio de 1984. Seal fue asesinado dos años después en Louisiana, Estados Unidos, por orden del capo colombiano.
“No. No puedo porque nadie me garantiza la vida. Ni ustedes ni nadie. Precisamente estoy vivo por eso, porque no he hablado. Mi silencio es mi garantía”, respondió Vaughan en 2014 a La Prensa de Managua, cuando se le consultó, vía telefónica, si podía hablar del tema de las supuestas operaciones de narcotráfico con las que lo vinculaban a él y a su superior de entonces, el todopoderoso ministro del Interior sandinista, Tomás Borge.
El escándalo Irán-Contras de 1986, revelador de que la CIA, a través del coronel Oliver North, avalaba la financiación de la “contra” nicaragüense con dineros provenientes del narcotráfico, diluyó en su momento las posibilidades de investigación sobre la connivencia entre dirigentes sandinistas y el narcotráfico, pero de parte y parte quedaron testigos directos.
En diciembre de 2010, El País de Madrid informó sobre las filtraciones de Wikileaks relativas a Ortega: “Los despachos de la Embajada de Estados Unidos en Nicaragua dibujan al régimen que preside Daniel Ortega como un auténtico Estado criminal financiado desde antiguo por las redes internacionales del narcotráfico y, desde hace unos años, ‘por maletas llenas de dinero’ enviadas por el presidente Hugo Chávez desde Venezuela”.
Dinero venezolano fruto del buen precio del petróleo de entonces, pero también del narcotráfico: el diario estadounidense The Wall Street Journal reportó a mediados del 2015 que el número dos del chavismo, Diosdado Cabello, estaba siendo investigado por la DEA y fiscales federales, y que habría pruebas que demostrarían que el expresidente de la Asamblea Nacional de Venezuela podría ser la cabeza del denominado “cartel de los soles”.
Este miércoles 25 abril se supo que el Segundo Circuito de la Corte de Apelaciones de Estados Unidos falló a favor del diario The Wall Street Journal, que había sido demandado por Cabello por difamación tras publicar el reportaje de 2015.
Marlon Marín, sobrino del dirigente de las Farc de Colombia, Iván Márquez, senador electo desde el 11 de marzo por adjudicación directa de banca, en sus declaraciones a la DEA sobre los contactos de dirigentes de las Farc con narcos en México y en Venezuela, admite haber estado en reuniones con Cabello y otros militares venezolanos del “cartel de los soles”, informó El Tiempo, de Bogotá, el lunes 22.
También este miércoles 25 de abril, el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), tradicional aliado del orteguismo que reúne a 27 gremiales empresariales, emitió un comunicado de prensa donde acoge como propia la iniciativa de tomar tres días de luto nacional y llaman a repensar el futuro del país. La influyente iglesia católica nicaragüense pide lo mismo. Los universitarios lo exigen.
El domingo 22 un grupo de países latinoamericanos, Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú más Estados Unidos pidieron el cese de la represión. Dos días después, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), condenó las muertes así como el cercenamiento a la libertad de expresión.
Terminó el ciclo “revolucionario autoritario” y se inicia el cambio, o la dictadura lisa y llana, infectada de corrupción, como toda dictadura.
Tomás Borge, otro de los dogmáticos del FSLN, fallecido en 2012, tres años antes admitió en entrevista concedida al Nuevo Diario de Managua que “Éramos 'los muchachos', héroes del pueblo que habíamos liberado. Pero luego vino la guerra, las presiones, la crisis económica y los errores, y los héroes que éramos nos convertimos en reyes”.